viernes, 26 de diciembre de 2008

25 LA FE COMO “LA MENTIRA A TODA COSTA”. CRÍTICA DE NIETZSCHE.

CONTRADICCIONES FUNDAMENTALES DE LA JERARQUÍA CATÓLICA: LA CONTRADICCIÓN POR LA QUE DEFIENDE LA VERACIDAD A LA VEZ QUE LA FE, A PESAR DE QUE LA FE, SEGÚN EXPRESIÓN DE NIETZSCHE, ES "LA MENTIRA A TODA COSTA".

En relación con el Cristianismo y como consecuencia con su alta valoración de la veracidad, Nietzsche criticó la actitud de quienes, renunciando a la búsqueda de la verdad, se refugiaban bajo la bandera de las creencias religiosas y defendían la prioridad de la fe, de carácter irracional, sobre la veracidad crítica. El ataque de Nietzsche se dirige especialmente contra la tradición cristiana en la que sus más destacados representantes habían defendido el valor de la fe como camino alternativo, más perfecto y valioso para acceder al reino de la verdad.
Respecto a esta cuestión Nietzsche se pronuncia con su oposición más tajante en muy diversas ocasiones y desde perspectivas convergentes, que vienen a coincidir en el rechazo más radical del valor de la fe, proclamando, por ello, que la fe “es la mentira a toda costa” ( ) y también que “las convicciones son enemigas de la verdad, más poderosas que las mentiras” ( ). Una de tales perspectivas es la que centra su mirada atenta en la actitud fanática de quienes defienden sus convicciones como si realmente fuera un deber la defensa perpetua de aquello que una vez pudo parecer verdadero. Frente a este proceder, Nietzsche defiende el derecho a “traicionar” las propias creencias, el derecho de los “los espíritus libres” a someter continuamente a crítica intelectual y a revisión las más profundas y vitales convicciones. Critica, pues, el hecho de que hasta el momento actual “dejarse arrebatar las creencias equivalía quizá a poner en riesgo la salvación eterna” y que “cuando las razones contrarias se mostraban muy fuertes, siempre había el recurso de calumniar a la razón y acudir al ‘credo quia absurdum’, bandera del extremo fanatismo” ( ). Y, por ello, afirma el derecho inalienable a la constante revisión intelectual de cualquier teoría o creencia, al tomar conciencia del carácter falible de la propia subjetividad. Se plantea, en consecuencia, la siguiente cuestión: “¿Estamos obligados a ser fieles a nuestros errores, aún sabiendo que con esta fidelidad dañamos nuestro yo superior? No, no hay tal ley, no hay tal obligación; debemos ser traidores, abandonar siempre nuestro ideal” ( ) desde el mismo instante en que tomemos conciencia de que se trataba de un ideal equivocado. Complementariamente, ataca la postura de quienes utilizan como argumento para la defensa de sus creencias la sangre derramada por los mártires de dichas creencias; afirma efectivamente en El Anticristo:
“Que los mártires demuestran la verdad de una causa es una creencia tan falsa que me inclino a creer que jamás mártir alguno ha tenido que ver con la verdad [...] Los martirios [...] han sido una gran desgracia en la historia, pues seducían [...] ‘Sin embargo, la sangre es el peor testigo de la verdad’ ” ( ).
Complementariamente y de manera generalizada, afirma que “la moral cristiana es la forma más maligna de voluntad de mentira” ( ).
Tratando de explicar el fenómeno de la fe, Nietzsche lo atribuye, en La gaya ciencia, a una especie de enfermedad de la voluntad, por la cual “cuanto menos se es capaz de mandar, tanto más afanosamente se anhela a quien mande autoritariamente, ya sea un dios, un príncipe, un médico, un confesor, un dogma o una conciencia partidaria” ( ). La actitud intelectual del débil de voluntad significa que ante “un artículo de fe, así esté refutado mil veces, si lo necesita, creerá siempre de nuevo que es verdadero” ( ). Nietzsche se asombra y lamenta que incluso hombres de una categoría intelectual tan extraordinaria como Pascal hayan sucumbido a esa perturbación intelectual que viene significada por la fe, “esa fe de Pascal que se parece de una manera horrible a un suicidio permanente de la razón” ( ).
En contraposición con esa debilidad de la voluntad sitúa Nietzsche su defensa del espíritu libre, concepto que hace referencia al hombre que en ningún caso se siente definitivamente ligado ante ideología alguna, sino que vive “únicamente para el conocimiento” ( ) y se caracteriza, en su búsqueda de la verdad, por el rigor más absoluto, por su disposición intelectual permanente para rechazar una opinión desde el preciso instante en que se le manifieste como falsa, y, en este mismo sentido “por la voluntad incondicional de decir no, allí donde el no es peligroso” ( ).
Pasando a polemizar más directamente en contra del cristianismo y, en especial, en contra de la doctrina que considera la fe como requisito indispensable para la salvación, trata de ridiculizar y poner en evidencia lo absurdo de esta teoría comparando las supuestas relaciones de Dios con los hombres y las de un carcelero con sus presos, a través del siguiente diálogo:
“Una mañana los presos salieron al patio de trabajo; el carcelero estaba ausente [...] Entonces uno de ellos salió de las filas y dijo a voces: ‘Trabajad si queréis, y si no queréis, no trabajéis: es igual. El carcelero ha descubierto vuestros manejos y os va a castigar terriblemente. Ya le conocéis; es duro y rencoroso. Pero escuchad lo que os voy a decir: no me conocéis; yo no soy lo que parezco. Yo soy el hijo del carcelero, y tengo un poder absoluto sobre él. Puedo salvaros, y voy a salvaros. Pero entendedlo bien, no salvaré más que a aquellos de vosotros que crean que yo soy el hijo del carcelero. ¡Que los otros recojan el fruto de su incredulidad!” “Pues bien -dijo, tras una corta pausa, uno de los presos más jóvenes-: ¿qué importancia tiene para ti que creamos o que no creamos? Si eres verdaderamente el hijo del carcelero y puedes hacer lo que dices, intercede en nuestro favor y harás verdaderamente una buena obra; ¡pero deja esos discursos sobre la fe y la incredulidad!’” ( ).
En relación con esta metáfora es evidente que en distintos pasajes de la Biblia hay múltiples textos en los que se aprecia esta valoración tan radical de la fe. Así, por ejemplo, el evangelio de San Juan afirma en este sentido:
“...es necesario que sea puesto en alto el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él alcance la vida eterna. Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en él no perezca, sino alcance la vida eterna” ( ), y “en verdad, en verdad os digo, el que escucha mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no incurre en sentencia de condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida” ( );
del mismo modo en su Epístola a los Romanos afirma San Pablo:
“si confesares con tu boca a Jesús por Señor y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” ( ).
Posteriormente, el cristianismo, a través de muchas de sus más ilustres figuras (san Agustín, Lutero, Pascal, Kierkegaard, etc.), ha venido insistiendo en estos mismos planteamientos.

2 comentarios:

Daniel Barona Narváez dijo...

Muy interesante su blog Antonio. El único inconveniente es que es un poco confuso porque encuentro un post en el que dice, por ejemplo, "21. Contradicción en la que..." para luego, encontrar otro post, que dice lo mismo que el anterior.
Resulta que me pareció tan interesante sus escritos que quise juntar todas las contradicciones en orden en un solo documento de word, pero como está desordenado en el blog, me he confundido un poco.
De todos modos, lo felicito por sus artículos y lo invito a pasar por mi blog: www.naturalezayracionalismo.blogspot.com

Un saludo.

Daniel Barona Narváez dijo...

PD: disculpe si mi redacción resulta ser mala, lo que pasa es que ahora son las 4:30 am acá en Perú y el sueño me tiene un poco aletargado.
Saludos.