lunes, 8 de diciembre de 2008

CONTRADICCIONES FUNDAMENTALES
DE
LA IGLESIA CATÓLICA
(XXIII)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía
23. La contradicción según la cual, a pesar de que todos seríamos iguales ante Dios si existiera, sin embargo en el Antiguo Testamento y en las cartas de Pablo de Tarso y en la actitud de la jerarquía católica en diversos momentos de la historia se acepta la esclavitud como una institución perfectamente natural.
En efecto, a pesar de que Jesús habría defendido la igualdad de los hombres, en el Génesis, primer libro de la Biblia, se habla de la esclavitud como una institución social perfectamente natural hasta el punto de que en él se cuenta que Sara, la mujer de Abraham, no pudiendo tener hijos, le propuso a Abraham que se acostase con su esclava Agar para así darle descendencia:
“Saray, la mujer de Abrán, no le había dado hijos; pero tenía una esclava egipcia, llamada Agar. Y saray dijo a Abrán:
-Mira, el Señor me ha hecho estéril; así que acuéstate con mi esclava, a ver si por medio de ella puedo tener hijos.
A Abrán le pareció bien la propuesta […] Saray tomó a Agar, su esclava egipcia, y se la dio por mujer a su marido Abrán. Él se acostó con Agar, y ella concibió, pero cuando se vio encinta, empezó a mirar con desprecio a su señora” ( ).
En otros lugares de la Biblia (Levítico, Deuteronomio…) se sigue hablando de la esclavitud como una institución perfectamente más natural.
Teniendo es cuenta estos precedentes –y a pesar de que en Jesús no aparece nada que indique su apoyo a esta institución opresora-, resulta comprensible hasta cierto punto, por escandaloso que pueda parecer, que Pablo de Tarso (“San Pablo”, para sus secuaces), el inventor más decisivo de la organización cristiana, en línea con su defensa de los ricos, defendiera la esclavitud de un modo descarado.
Cualquiera que tenga interés en comprobarlo puede leer sus cartas aquí citadas, en las que se hace una descarada defensa de la esclavitud como una institución derivada de la voluntad de Dios y una exhortación a los esclavos para que cumplan con devoción y humildad las órdenes de sus señores en cuanto representaban al propio Dios. Por cierto la existencia en la Biblia de doctrinas como ésta, que con el paso del tiempo fue haciéndose impopular, es uno de los muchos motivos que pudieron contribuir a que la jerarquía vaticana la incluyese en el famoso “Índice” de libros prohibidos. Pero, en cuanto las palabras de Pablo de Tarso se encuentran incluidas en dicho libro, ¡inspirado por el Espíritu Santo según la jerarquía católica!, en tal caso nos encontramos con la defensa simultánea pero contradictoria de dos doctrinas: La de la fraternidad entre los seres humanos y la de que es voluntad de Dios que unos estén esclavizados y sometidos a la voluntad de los otros.
En efecto, por lo que se refiere a esta defensa inequívoca de la esclavitud puede comprobarse mediante las siguientes referencias a algunas de las cartas del “apóstol de los gentiles”:
a) “¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. E incluso, aunque pudieras hacerte libre, harías bien en aprovechar tu condición de esclavo […] Que cada cual, hermanos, continúe ante Dios en el estado que tenía al ser llamado” ( ).
En este pasaje Pablo de Tarso plantea la posibilidad de optar o no por la libertad al incorporarse uno a la organización cristiana, pero considera mejor “que cada cual […] continúe ante Dios en el estado que tenía al ser llamado”, lo cual no sólo representa evidentemente una actitud de transigencia y de freno ante cualquier intento de rebelión contra una institución tan injusta y contraria a los principios de Jesús, sino un auténtico apoyo a dicha institución, lo cual llevaba implícito un mensaje a las clases poderosas en el sentido de que el cristianismo no iba a representar un movimiento revolucionario contra ellos sino una fuerza mediante la cual se podría controlar mejor a esos esclavos en cuanto pudieran representar un peligro potencial.
b) “Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenos con profundo respeto y con sencillez de corazón, como si de Cristo se tratara. No con una sencillez aparente que busca sólo el agrado a los hombres, sino como siervos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios” ( ).
En este segundo pasaje Pablo declara de forma ya totalmente clara y explícita que hay que tratar a los señores “como si de Cristo se tratara”, y que deben comportarse “como siervos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios”. Es decir, la esclavitud aparece ya como una institución sagrada establecida por la “voluntad de Dios”, institución a la que los esclavos deben someterse “con profundo respeto y con sencillez de corazón”.
c) “Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de la tierra; no con una sujeción aparente, que sólo busca agradar a los hombres, sino con sencillez de corazón, como quien honra al Señor” ( ).
Este tercer pasaje representa una confirmación del valor de las palabras del anterior y en él se exhorta a los esclavos a obedecer en todo a vuestros amos de la tierra.
d) “Todos los que están bajo el yugo de la esclavitud, consideren que sus propios amos son dignos de todo respeto […] Los que tengan amos creyentes, no les falten la debida consideración con el pretexto de que son hermanos en la fe; al contrario, sírvanles mejor, puesto que son creyentes, amados de Dios, los que reciben sus servicios” ( ).
Finalmente en este último pasaje la novedad consiste en que ya no sólo se habla de cristianos esclavos de señores no cristianos, sino de cristianos esclavos de otros cristianos, de forma que no sólo se defiende la idea de que el esclavo debe conformarse con su estado y obedecer a su señor sino también la idea de que el cristiano, aunque sea señor y dueño de esclavos, puede tener la conciencia bien tranquila a pesar de que se encuentre en posesión de seres humanos considerados como objetos de su propiedad, pues en eso consiste la esclavitud.
Hay que señalar, por otra parte, que las ideas de Pablo de Tarso no eran una innovación absoluta en la ideología cristiana sino que se correspondían, si no con el mensaje de Jesús, sí con algunas otras doctrinas del Antiguo Testamento, cuando, por ejemplo, en Levítico se dice:
“Los siervos y las siervas que tengas, serán de las naciones que os rodean; de ellos podréis adquirir siervos y siervas. También podréis comprarlos entre los hijos de los huéspedes que residen en medio de vosotros, y de sus familias que viven entre vosotros, es decir, de los nacidos en vuestra tierra. Esos pueden ser vuestra propiedad, y los dejaréis en herencia a vuestros hijos después de vosotros como propiedad perpetua. A éstos los podréis tener como siervos; pero si se trata de vuestros hermanos, los israelitas, tú, como entre hermanos, no le mandarás con tiranía” ( ).
Además, a lo largo de los siglos, aunque la jerarquía católica a llegado a evolucionar hacia una condena teórica de la esclavitud, lo ha hecho siempre con posterioridad a que la propia sociedad civil lo hiciera y siempre amoldándose a las circunstancias del momento, hasta el punto de que, en la propia Alemania de Hitler, la jerarquía católica tuvo alrededor de 7.000 “trabajadores forzosos”, es decir “esclavos”, aunque nombrados con un eufemismo hipócrita. Algunos de ellos -alrededor de 600- han sido indemnizados por el Vaticano con poco más de 2.500 euros en el año 2.000, es decir, una miseria, recibida después de más de 50 años de haber finalizado la guerra contra el nazismo y sólo cuando la jerarquía católica no ha tenido otro remedio que reconocer su repugnante colaboracionismo con el nazismo.

1 comentario:

Juan Fernando dijo...

Un enfoque (modestamente) alternativo sobre estas fiestas:

“Feliz Navidad… dad… dad… dad…”
http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/posts

Y un cordial saludo.