jueves, 21 de febrero de 2008

LA JERARQUÍA CATÓLICA
CONSIDERA LA SEXUALIDAD COMO PECADO
SI NO VA DIRIGIDA A LA PROCREACIÓN
La Iglesia Católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XVII)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

La jerarquía católica considera el placer sexual como pecado en cuanto se busque por él mismo y no como un simple goce que acompañaría al cumplimiento de la orden divina “creced y multiplicaos”, es decir, en cuanto no vaya encaminado a la procreación.
Frente a esta doctrina hay que indicar que, si ese Dios existiera, sería absurdo que hubiera creado el placer sexual sólo para prohibirlo, cuando se trata de una sensación absolutamente natural, existente tanto en la especie humana como en la mayoría de los animales que han desarrollado el mecanismo de la sexualidad como medio para la reproducción. Sin embargo, la jerarquía católica considera pecado todo lo que se relacione con el placer sexual, tanto la masturbación como las relaciones sexuales extramatrimoniales o incluso las matrimoniales en cuanto no se realicen asociadas con la intención de la procreación, aunque la hipocresía de este punto de vista –en este caso concreto el de Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae- se muestra en el hecho de que acepta el placer sexual dentro del matrimonio, aunque no persiga la procreación, siempre que el acto sexual se realice sin métodos artificiales para evitar el embarazo y utilizando sólo un método para evitar el embarazo, como el Ogino, que tenga en cuenta los días no fértiles de la mujer.
Como ya se ha dicho, esta doctrina implica una actitud hipócrita en cuanto la finalidad perseguida en el caso de la utilización del método Ogino o de otros similares es la misma que se persigue en aquellos que implican la utilización de mecanismos que impiden directamente el embarazo, como el del uso del preservativo, y en cuanto la doctrina católica considera que el pecado se encuentra en la intención y no en el acto material en sí mismo. Por ello, esta doctrina, además de hipócrita es contradictoria en cuanto para la jerarquía de la Iglesia Católica el pecado no deriva del acto material realizado sino de la intención del sujeto, y en cuanto la intención es la misma en quien usa el método Ogino y en quien usa el preservativo, intención que no es otra que la de obtener placer sexual, tratando de evitar consecuencias como la de un embarazo no deseado.
Además, si, aceptando los supuestos filosóficos de la escolástica y del propio Aristóteles, se considera que cada acto debe ir encaminado hacia su fin natural propio (?) y ese es el motivo por el que se considera que el acto sexual debe encaminarse a la procreación, igualmente se debería condenar entonces el uso de la inteligencia cuando se la utilizase para fines intelectuales que simplemente proporcionasen placer, como sucede con tantos juegos de lógica, como el juego del ajedrez, y lo mismo habría que decir de otras muchas actividades que tienen como finalidad la obtención del placer que viene asociado con el ejercicio de nuestras diversas facultades. En este sentido igualmente debería condenarse el uso de la vista cuando se emplease para disfrutar contemplando un cuadro de Leonardo, de Velázquez o de Renoir, o para disfrutar contemplando el florecer de los almendros y la belleza de toda la naturaleza. Igualmente debería condenar el uso del oído cuando se lo emplea para disfrutar de las composiciones de Bach, de Mozart o de Beethoven o de Wagner o de cualquier otro compositor capaz de provocar “placeres auditivos” a través del misterioso lenguaje de la música. Igualmente debería condenar el uso del olfato para gozar del aroma del jazmín o de las rosas, o del aroma de los perfumes, pues sólo sirven para provocar “placeres olfativos”, mientras que la finalidad del sentido correspondiente no debería buscarse en el placer por sí mismo sino en el intento por reconocer los alimentos y elementos necesarios para la conservación de la vida. Igualmente debería condenar el uso del tacto cuando se lo utiliza para sentir el “placer de las caricias” en lugar de utilizarse para diferenciar las texturas, grado de dureza y temperatura de los objetos en cuanto su conocimiento sea vitalmente importante. Y, finalmente, el sentido del gusto debería utilizarse para diferenciar los alimentos que pudieran servir para conservar la vida y, por ello, debería condenar como pecado su simple uso para obtener el “placer gustativo” de saborear una copa de vino, un dulce o cualquier comida elaborada con la finalidad de gozar de exquisitos sabores.
Todos estos absurdos van ligados a la consideración negativa de la vida terrena, tan propia del cristianismo, que condena en multitud de ocasiones todo lo que implique alegría de vivir y predica la penitencia, el ayuno y toda clase de sacrificios y, en definitiva, la negación del disfrute de la vida terrenal, poniendo sus aspiraciones en una supuesta vida ultraterrena, como si la afirmación de los valores de la vida terrenal fuera en sí algo pecaminoso, cuando el supuesto creador de tales posibilidades de disfrutarlos sería el propio Dios. Por ello escribía Nietzsche con total acierto que “el mayor pecado contra esta vida es la creencia en otra vida mejor”.
A este absurdo se añade otro nuevo si se tiene en cuenta que, por esta actitud de la jerarquía católica en contra del uso de métodos anticonceptivos como el del preservativo, la epidemia del Sida sigue extendiéndose por todo el mundo y ha causado ya muchos millones de muertos especialmente en África, el continente olvidado. Pero eso no parece importar a la jerarquía de la Iglesia Católica. A ella le importa más todo lo que se relacione con la obtención de “ayudas” millonarias, robadas con “guante blanco” al conjunto de la sociedad española en cuanto el robo no lo realiza directamente sino a través de los sucesivos gobiernos a quienes les exige una parte de nuestros impuestos, que no utiliza para remediar el hambre y la miseria del mundo sino para incrementar su patrimonio en todo el mundo, para montar nuevas sucursales y para aumentar el refinamiento de la vida lujosa de sus altos cargos viviendo en confortables palacios, a la vez que cínicamente predica la pobreza.
EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE
SON ENEMIGOS DEL ALMA, SEGÚN
LA JERARQUÍA CATÓLICA
La Iglesia Católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XVI)

La jerarquía católica –y en especial su jefe supremo que es quien declara los dogmas y doctrinas que deben creer los católicos- considera que el demonio, el mundo y la carne son los enemigos del alma, sin preocuparle lo más mínimo la contradicción que supone el supuesto de que su Dios, considerado como infinitamente bueno, sea el creador de tales enemigos.
Se trata, efectivamente, de una contradicción en cuanto, por lo que se refiere al demonio, es un mito infantil pretender, por una parte, que Dios le haya condenado al fuego eterno, y considerar al mismo tiempo, sin embargo, que le concede permiso para pasearse por el mundo tratando de reclutar gente que le acompañe para aumentar sus huestes infernales. Y, si esta doctrina ya es absurda, lo que es el colmo es que además Dios haya concedido poder al demonio para introducirse en el cuerpo de determinadas personas para causarles sufrimientos y trastornos psíquicos gratuitos cuya solución resulta especialmente compleja, hasta el punto de que la jerarquía católica ha establecido desde hace mucho tiempo un cargo especial dentro de las llamadas “órdenes menores”; se trata del cargo de exorcista, encargado de expulsar del cuerpo de tales personas al demonio o a los demonios, en cuanto podría haber más de uno.
Según parece, esta doctrina según la cual existen personas endemoniadas procede de la existencia de enfermedades mentales como la epilepsia cuyas crisis se producen de manera muy aparatosa, con pérdida de conciencia que entraña el peligro de caída y del daño previsible correspondiente, con intensos temblores, echando abundante saliva y con otras manifestaciones que el paciente es incapaz de controlar. Cuando cesa la crisis, el paciente va recuperando la conciencia, pero no recuerda nada de lo sucedido; simplemente se encuentra dolorido, a causa de los efectos de la propia crisis, y agotado sin saber por qué, pero la causa de ese agotamiento es la serie de convulsiones que ha sufrido mientras se encontraba inconsciente y que tienen su explicación y su tratamiento a partir de su fisiología cerebral y del tratamiento farmacológico correspondiente.
Que en la antigüedad la gente se asombrase ante la aparatosidad de tales crisis y que las atribuyese a algo sobrenatural es comprensible, precisamente por la falta de cultura y por la falta del desarrollo científico -en especial de la medicina-; pero que en la actualidad la jerarquía de la Iglesia Católica pretenda que sus fieles sigan creyendo semejante majadería es el colmo del abuso ante la ingenuidad de una parte importante de la humanidad.
Sin embargo y a pesar de su carácter tan irracional y absurdo, a la jerarquía de la Iglesia Católica le interesa mantener esa superstición por motivos evidentes, como en especial el de tener dominados a sus fieles del mismo modo que los padres pretenden dominar a sus hijos pequeños amenazándoles con “el hombre del saco” y con otras fábulas similares; en segundo lugar, la existencia de “exorcistas” que en determinadas ocasiones asisten a algún “endemoniado” –o, mejor, epiléptico- contribuye a diversificar los ceremoniales introducidos por la jerarquía católica abarcando así una diversidad de aspectos de la vida y no sólo el de la oración en las iglesias; en tercer lugar, porque la jerarquía de la secta tiene una seria dificultad para cambiar sus doctrinas desde el momento en que en los propios evangelios aparecen los demonios y los endemoniados en diversos lugares y, por ello, si Dios inspiró tales “libros sagrados”, sería realmente complicado negar su valor utilizando el recurso tradicional de la Jerarquía de la Iglesia de considerar que tal doctrina es una metáfora que hay que saber entender; además, desde el momento en que la jerarquía católica ha establecido la “orden menor” de “exorcista” y toda una serie de sacerdotes “especialistas” en sacar demonios del cuerpo, causaría cierto escándalo y revuelo a su grupo de fieles que, de pronto y en contra de su doctrina tradicional de tantos siglos, ahora reconociese que no había endemoniados sino sólo personas enfermas que debían ser tratadas de modo adecuado.
La doctrina sobre los endemoniados ha estado unida a la de los pactos con el diablo así como a la de la brujería, que fueron aprovechados por la jerarquía católica para sembrar el terror de la gente a manifestar cualquier punto de vista contrario a dicha jerarquía o para obtener el pago de impuestos ante la amenaza de ser quemado vivo en la hoguera acusado y condenado de brujería. Al encausado en problemas como el de ser acusado de brujería se le sometía a diversas pruebas para que confesase; así, por ejemplo, la “prueba del agua”, en la que se introducía a la acusada en un pozo de manera que, si se hundía, se la consideraba inocente, mientras que si flotaba, se la consideraba culpable; el problema de esta prueba era que a algunas de las que se hundían luego las sacaban ahogadas.
Por lo que se refiere al mundo como enemigo del alma la jerarquía católica consideró en un principio que la realidad mundana, con sus tentaciones relacionadas con el lujo y con las diversas comodidades, representaba un olvido del bien auténtico, que había que buscar en una vida austera y en la pobreza. Sin embargo, desde el momento en que la propia jerarquía católica comenzó a enriquecerse por sus buenas relaciones con los emperadores romanos, con las posteriores monarquías del feudalismo y con los cambios de los últimos siglos, apenas hace referencia en alguna ocasión al mundo como enemigo del alma, pues en tal caso estaría echando piedras a su propio tejado en cuanto debería predicar con el ejemplo y renunciar a su riqueza para ayudar a los pobres, tal como pidió aquél en cuyo nombre predican.
Y, por lo que se refiere a la carne, es igualmente absurdo suponer que Dios hubiera creado el placer sexual sólo para prohibirlo, cuando se trata de una sensación agradable y absolutamente natural, existente tanto en la especie humana como en la mayoría de los animales medianamente evolucionados. En este punto la doctrina de la jerarquía católica se sigue manteniendo hasta el punto de considerar pecado tanto la masturbación como las relaciones sexuales extramatrimoniales e incluso las matrimoniales en cuanto no se realicen asociadas con la intención de la procreación, aunque la hipocresía de la jerarquía católica –en este caso concreto de Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae- acepta el placer sexual dentro del matrimonio, aunque no persiga la procreación, siempre que el acto sexual se realice de modo natural sin métodos artificiales para evitar el embarazo y, por lo tanto, sólo utilizando un método, como el Ogino, que tenga en cuenta los días no fértiles de la mujer para realizar el acto sexual en tales días. Esta doctrina es hipócrita en cuanto la finalidad perseguida es la misma que se persigue mediante la utilización de otros métodos, como el del preservativo, y en cuanto la doctrina católica considera que el pecado se encuentra en la intención y no en el acto material en sí mismo. A este absurdo se añade otro nuevo si se tiene en cuenta que, por esta actitud de la jerarquía católica en contra de métodos anticonceptivos como el del uso del preservativo, la epidemia del Sida sigue extendiéndose y ha causado ya muchos millones de muertos en todo el planeta.
Por otra parte, la suposición de que el alma tenga enemigos sólo tiene sentido a partir de la correspondiente hipótesis de que la tentación ejercida por ellos podría tener éxito en algún momento y determinar la caída del alma en el pecado, de manera que la conducta humana no dependería de la libertad del hombre sino de la fuerza más o menos intensa ejercida por las tentaciones de estos enemigos.
En estos momentos la actitud de la jerarquía católica ante el tema de la sexualidad se encuentra en una situación de desconcierto y prefiere callar ante el rumbo que siguen los nuevos tiempos en los que la gente en general tiende a alejarse de las doctrinas de la Iglesia Católica por considerarlas absurdas, de manera que, aunque muchos se declaren católicos, eso no implica que vivan de acuerdo con la mojigata doctrina sexual de su jerarquía, sino que la vida de acuerdo con una sexualidad libre y sin asociarla con el pecado es lo que por suerte predomina cada día más en nuestra sociedad actual.

sábado, 2 de febrero de 2008

La doctrina de la Redención contradice
la supuesta misericordia infinita de Dios
y no sirve para la salvación de nadie,
en cuanto Dios ha establecido desde la eternidad
a quién salvará y a quién condenará.

La secta católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XIII)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

Según el dogma de la REDENCIÓN o perdón del pecado original, anteriormente criticado, la redención de tal pecado no se produciría directamente mediante el simple perdón divino, que habría sido la consecuencia coherente con la supuesta misericordia infinita de Dios, sino que se produciría a partir del sacrificio del propio Dios hecho hombre y muerto en la cruz.
CRÍTICA: El origen de esta doctrina parece que se encuentra en los mismos comienzos del cristianismo, cuando, al morir Jesús, sus discípulos, que lo consideraban como el “Mesías”, es decir, como el libertador del pueblo judío de las situaciones de esclavitud que había estado soportando, cambiaron su interpretación del concepto de “Mesías” dándole una explicación que no hacía referencia a consecución de dicha liberación terrenal respecto a sus opresores sino a su liberación respecto al pecado, liberación que llevaría a los seguidores de Jesús a participar con él de la vida eterna. En relación con el suceso de la muerte de Jesús, sus discípulos difundieron muy pronto la afirmación de que había resucitado y que, si no estaba con ellos, era porque había ascendido al Cielo para regresar prontamente a fin de establecer su reino después de un juicio universal. Esta idea de la resurrección de Jesús fue tan importante dentro de la dogmática cristiana que Pablo de Tarso llegó a afirmar: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.
De hecho, según los relatos de Lucas en Hechos de los apóstoles, los primeros cristianos vivieron en comunidades, compartiendo sus bienes, plenamente convencidos de la pronta y nueva venida del Mesías, como rey y como juez, hasta que con el paso del tiempo, comprobaron que tal regreso no se producía. Tal situación de frustración determinó una serie de cambios en la mentalidad de aquellos primeros cristianos, desde una vida más solidaria en organizaciones que en principio vivieron en buenas relaciones y sin una articulación jerarquizada entre ellas hasta una organización jerarquizada, dirigida por el obispo de Roma.
A partir de ese momento, la estructura de la iglesia cristiana comenzó a dejar de lado sus “intereses espirituales” para dedicarse de modo claro a crear su propio reino terrenal y comenzó a enriquecerse a partir de la amplia base social de sus fieles que le condujo a ser una fuerza política muy importante en el imperio romano, cuya consecuencia fue la de convertirse progresivamente, desde entonces hasta la actualidad, en una potencia económica de primer orden, a pesar de que, desde el punto de vista de su territorialidad el estado del Vaticano, sede del jefe supremo de la Secta Católica , sea el estado más pequeño del mundo.
Aunque el dogma de la redención, unido al de la resurrección y ascensión de Jesús al Cielo, se convirtió en el pilar más importante del Cristianismo, se trata de una doctrina contradictoria con la del amor y de la misericordia infinita de Dios, el cual, si algo tenía que perdonar, no tenía necesidad para ello del “sacrificio” de su propio hijo, pues hubiera bastado con su simple voluntad.
En este punto es evidente que esta doctrina no encajaba en absoluto con las nuevas doctrinas acerca de un Dios más humanizado, sino más bien con las del Dios justiciero y vengativo del Antiguo Testamento en el que Yahvé se muestra más como un déspota que exige sacrificios y que por cualquier motivo sin importancia es capaz de eliminar a la casi totalidad de la especie humana, como habría sucedido en la leyenda del diluvio universal, cuando Yahvé no sólo decidió eliminar a la práctica totalidad de la humanidad existente en aquel momento, con la excepción de Noé y sus hijos –¡sin su mujer y sin sus hijas!-, sino incluso toda forma de vida, con la excepción de una pareja de cada especie, que comenzaría posteriormente la nueva repoblación del planeta-.
Y así, se da la paradoja de que, por una parte, se pretende presentar a Jesús como Dios de amor, a la vez que, por otra, siga siendo el Dios lejano y vengativo que exige sacrificios para conceder su perdón. Conviene recordar que en los tiempos anteriores a Jesús se consideraba perfectamente lógica y natural la vengativa “Ley del Talión”: “ojo por ojo y diente por diente”, ley según la cual, el perdón de cualquier falta o daño sólo podía producirse mediante un castigo o un daño que se considerase equivalente a la ofensa o daño causado por el ofensor. Por ello, si el ofendido había sido el propio Dios, la ofensa cometida no podía lavarse mediante un sacrificio humano, pues el ofendido era infinitamente superior, mientras que el ofensor valía menos que la pata de una pulga. Así que sólo el propio Dios hecho hombre podía ofrecerse a sí mismo en sacrificio ante su “Padre” para pagar aquella ofensa.
Sin embargo, desde la perspectiva introducida a partir de Jesús era absurdo que Dios mismo no pudiera perdonar sin más, pero en aquellos tiempos se encontró natural la postura del Antiguo Testamento en la que dominaba un concepto de Dios como el de un ser especialmente justiciero y vengativo. Por ello y como ya se ha dicho, la paradoja de la doctrina de la redención es que en ella se da un sincretismo entre la perspectiva del Antiguo Testamento respecto al Dios de los ejércitos y de la venganza, y la del Nuevo, en la que Dios puede perdonar sin más requisito que el de la fe.
Esa misma paradoja se presenta en la misma figura de Jesús en cuanto, por una parte, predica el amor a los enemigos, pero, por otra, castiga con el fuego eterno a quienes no crean en él, o cae en la contradicción de amenazar con el juicio divino a todo el que juzgue a los demás: “No juzguéis y no seréis juzgados”, pues si el hecho de juzgar a los otros es considerado de modo negativo, la consecuencia lógica que debería derivar es la que Dios no debería incurrir en aquel tipo de conducta que él mismo rechaza, ni siquiera aplicándola a quienes cometen la falta de juzgar a los demás.
La doctrina de la redención no tuvo exclusivamente la finalidad de conseguir el perdón divino, sino que, de acuerdo con las religiones mistéricas, sirvió al cristianismo para ofrecer al creyente su unión, su hermandad y su identificación con el propio Dios a través de su unión con Cristo o de su incorporación al “cuerpo místico de Cristo”, materializado en su Iglesia. Tal incorporación era la que proporcionaba al cristiano no sólo el perdón de Dios sino la novedad de la vida eterna a la que no se hace referencia en los primeros libros del Antiguo Testamento.
A pesar de su carácter contradictorio, la SECTA CATÓLICA ha conseguido un provecho económico muy sustancial con el sugerente atractivo de esta doctrina, en cuanto, por su mediación, logró trasmitir a sus fieles la idea de que el amor de Dios Padre al hombre fue tan grande que fue capaz de entregar a su “Hijo” como sacrificio expiatorio para obtener del propio “Padre” el perdón de los pecados y la salvación del género humano, lo cual resulta absurdo para una mente que razone con un mínimo de sentido común en cuanto se tenga en cuenta que el “Hijo” es igual al “Padre” y que tan Dios es el “Hijo” como el “Padre”.
Con una doctrina de ese tipo, que exalta la idea del sacrificio y del amor divino hasta la muerte, los dirigentes de la secta pudieron lograr diversos propósitos, tanto la satisfacción del rencor de los cristianos a quienes les habían perseguido en sus primeros tiempos, en cuanto la redención no se les aplicaría a ellos, como la atracción provocada hacia esta religión en quienes pudieran sentirse solos, abandonados, miserables y desamparados, ofreciendoles el amor, el cobijo de Jesús y la esperanza de una compensación en “otra vida mejor” a cambio de su fe y de su sumisión y entrega a Jesús, expresadas por su obediencia a las órdenes y consignas de las jerarquías de la Secta Católica. Así, por lo que se refiere a la satisfacción del rencor contra sus anteriores opresores, todavía en el siglo XIII Tomás de Aquino llegó a escribir: “ut beatitudo sanctorum eis magis complaceat, et de ea uberiores gratias Deo agant, datur eis ut poenam impiorum perfecte intueantur”
Por otra parte, cuando los dirigentes de la Secta Católica hacen referencia a la Redención, considerándola como la puerta de la eterna salvación, parecen olvidar que, de acuerdo con sus propias doctrinas, para que dicha salvación se produzca debe cumplirse otro requisito indispensable como lo es el de la predestinación divina, según la cual es el propio Dios quien desde la eternidad ha establecido a quienes salvaría y a quienes condenaría, siendo “muchos los llamados, pero pocos los escogidos”. Esta consideración conduce a ver la historia de la supuesta redención como una simple burla de ese Dios tan caprichoso que se ofrece en sacrificio para luego condenar a la mayor parte de los seres por quienes se había sacrificado.
Pero, de nuevo, como la capacidad humana para razonar y para ser coherente con la razón es tan insignificante, quizás no haya un solo católico que se haya detenido a considerar estas cuestiones otorgando su confianza a su propia razón en lugar de dársela al obispo que predica desde el púlpito de una catedral con su vistoso y rico disfraz, aunque sus palabras estén llenas de incoherencias.
EL PECADO ORIGINAL
ES UN ABSURDO UTILIZADO PARA PROVOCAR UN COMPLEJO DE CULPA A FIN DE QUE
LOS FIELES DONEN SUS BIENES A LA IGLESIA
A CAMBIO DEL PERDÓN
La secta católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XII)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación


La secta católica afirma como dogma de fe la existencia de un “pecado” cometido por Adán y Eva, que se transmite al resto de la humanidad con la excepción de María.
Lo más probable es que la idea de una falta o de un pecado se debiese al hecho que en la antigüedad los hombres se preguntasen por la causa de sus continuos padecimientos en la vida: Enfermedades, hambre, peligros, calor, frío, diluvios… El pensamiento mítico de entonces, del mismo modo que les había llevado a una interpretación antropomórfica de toda esa serie de fenómenos, considerando que estaban provocados por seres invisibles, pero dotados de poderes extraordinarios, igualmente les debió de llevar a pensar que el daño que sufrían era debido a alguna ofensa contra esos seres, de manera que llegaron a considerar que sólo mediante determinados rituales y sacrificios podrían lograr el perdón de los dioses.
La absurda doctrina de la Secta Católica, que considera que el pecado original se trasmite de padres a hijos desde Adán, del cual descenderíamos todos, debe de tener su procedencia en las costumbres de los pueblos primitivos en los que el delito de un hombre podía repercutir en un castigo para él y para toda su parentela, aunque ésta no hubiese realizado ningún delito ni ofensa ni daño.
Así que, en el contexto de aquellas civilizaciones, puede entenderse que se llegase a considerar como natural que toda la especie humana tuviera que pagar por el delito de uno sólo.
Un modo de pensar tan absurdo se observa igualmente en la Biblia cuando en la última de las famosas plagas de Egipto, a fin de lograr que el faraón permitiese la marcha de los judíos, Yahvé decidió la muerte de todos los primogénitos de los egipcios. ¿Qué delito habían cometido para merecer aquella absurda represalia? Simplemente se cumplía a nivel de fábula bíblica lo que podía ser habitual en el contexto de aquella “cultura” egipcia.
Este dogma envuelve diversas contradicciones; una de ellas consiste en el propio carácter absurdo y contradictorio de un pecado que se hereda: si el concepto de pecado hace referencia a una acción voluntariamente cometida en contra de la ley de Dios, no tiene sentido la tesis de que el hombre nazca ya en pecado, pues antes de nacer no puede haber realizado acción alguna, ni voluntaria ni involuntaria, en contra de las normas divinas. De hecho, el mismo Agustín de Hipona sólo pudo encontrar, como explicación de la “herencia” de este pecado, una nueva doctrina tan absurda como la anterior, consistente en la teoría de que los hijos heredaban de los padres no sólo el cuerpo, sino también el alma (“traducianismo”), ya que siendo el pecado un concepto relacionado con una potencia del alma como sería la voluntad, si el hombre sólo heredase el cuerpo, no veía cómo hacer inteligible esa doctrina, pues el cuerpo era sólo el instrumento del que se servía el alma para realizar aquellos actos que podían estar o no de acuerdo con la voluntad divina y, por lo tanto, no podía ser el origen del pecado; mientras que, si el alma era creada directamente por Dios para cada uno de los hombres que nacieron después de Adán y Eva, resultaba incomprensible y absurdo que Dios hubiese creado un alma en pecado. Sin embargo, la Iglesia no aceptó la tesis de Agustín y siguió considerando el pecado original -¡y tan “original”!- como un dogma de fe.
Pero, en segundo lugar, se plantea un nuevo problema cuando se considera que María nació sin pecado, lo cual demuestra que nacer en pecado no era necesario e inevitable. Sería incluso una contradicción con la omnipotencia de Dios negarle el poder de evitar que no sólo María sino el resto de la humanidad nacieran también sin pecado. ¿Por qué no lo evitó? ¿Habrá que pensar que era bueno que el hombre naciera en pecado? Pero, si era bueno, ¿por qué privó a María de ese “privilegio”? Y, si no era bueno, ¿por qué sólo utilizó su poder para librar a María del pecado y no al resto de la humanidad? Si Dios ama al hombre con un amor infinito, no tiene sentido pensar que este poder se debilita a medida que lo utiliza. Y tampoco tiene sentido considerar que su amor sea “más infinito” para unos que para otros. Quizá alguien, con ganas de decir estupideces, pudiera decir que el pecado original era bueno a fin de que Dios manifestase su amor muriendo en la cruz, pero en tal caso la consideración del pecado como bueno sería contradictoria con el propio concepto de pecado en cuanto implica la idea de una acción intrínsecamente mala y en cuanto además, como suele decirse, el fin no justifica los medios. Además, habría sido un nuevo absurdo que el perdón a la humanidad se obtuviese por la mediación del sufrimiento y de la muerte injusta de alguien, tanto si se trataba del hombre como si se trataba del mismo Dios en la cruz. Tal explicación sólo podría tener sentido en el contexto de una mentalidad primitiva en la que las ofensas al rey o al faraón sólo se perdonaban con la muerte del ofensor o de algún familiar como su hijo -en este caso, el propio Dios convertido en hombre-, que pagaría la desobediencia de otro hombre. Por ello mismo, esta doctrina representaría además una aplicación de la ley del Talión (“ojo por ojo y diente por diente”) y, por ello, sería radicalmente absurda e incompatible con la constante referencia al perdón y a la misericordia infinitas de Dios, cuya aplicación debería ser gratuita precisamente por tratarse de “misericordia” y no producto de una “transacción”: “Tú me ofreces un sacrificio y luego yo te perdono”.
Por otra parte, el pecado original, considerado en sí mismo, plantea otros dos problemas que muestran igualmente lo absurdo de tal doctrina:
-En primer lugar, si, cuando –supuestamente- Dios creó a Adán, no hubo contrato alguno entre Dios y Adán que estableciese para Adán la obligación de obedecer los mandatos que Dios quisiera imponerle, es absurda la doctrina según la cual el hombre tuviera la obligación de obedecerle.
-En segundo lugar, es igualmente absurdo que Dios impusiera a Adán y a Eva la prohibición de comer de aquel árbol cuando no sólo sabía de antemano que comerían de la manzana, sino que además les había predeterminado para que incumplieran la prohibición.
¡Oh, misterio sagrado!:
Jesús fue y no fue hijo de José
La secta católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XI)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación


He aquí otro ejemplo de contradicción, de ésas a las que la Secta Católica llama “misterio”.
Dice el evangelio de Mateo que Jesús era hijo de Dios porque, tras analizar su ascendencia de manera exhaustiva, se pudo concluir en que ésta, comenzando por José, el esposo de María, se remontaba hasta Abraham. Sin embargo, el argumento no es concluyente en cuanto no señala la relación de familia entre Abraham y Dios. Parece que esta hipótesis la da por resuelta y que por ello concluye en que ¡Jesús era hijo de Dios! Es decir, que Jesús era hijo de Dios porque era hijo de José. Así lo dice efectivamente este evangelio, que tras enumerar a toda una serie de descendientes de Abraham, finalmente dice: “Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías” (1, 16). Lo curioso del caso es que, después de haber utilizado a José para demostrar que Jesús era hijo de Dios, casi a continuación diga que María “había concebido por la acción del Espíritu Santo” (1, 18). Así que, si lo que quería el apóstol -o quien escribiera este relato- era demostrar que Jesús era hijo de Dios, podía haberse ahorrado esta contradicción de afirmar primero y de negar después que Jesús fuera hijo de José, quedándose con uno sólo de los argumentos: Que era hijo de Dios porque su ascendencia se remontaba hasta Abraham y éste descendía de Dios o que era hijo de María que había concebido “por la acción del Espíritu Santo”. Pero lo que no resulta nada serio es afirmar primero que Jesús era hijo de José para luego decir María había quedado embarazada antes de conocer a José.
El evangelio de Lucas incurre en la misma contradicción que hay en el de Mateo en cuanto, por una parte, afirma que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y por otra lo trata como si fuera hijo de José.
En efecto, por lo que se refiere a la primera tesis, el ángel Gabriel le dice a María que concebirá a un hijo y ella le responde: "¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?"
Y entonces Gabriel le dice: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios".
Pero, por otra parte, el evangelista dice que Jesús “en opinión de la gente era hijo de José” y a continuación enumera su ascendencia para remontarse en esta ocasión hasta el mismo Adán, que era hijo de Dios, por lo que Jesús también lo era. En efecto, poco después se dice: “en opinicón de la gente, [Jesús] era hijo de José. Estos eran sus ascendientes: Helí, Matat, Leví […] Set, Adán, y Dios (Lucas, 3, 23-38). Y, ¡oh, misterio!, ninguno de los diez ascendientes más próximos a José coincide con los de la lista que aparece en el evangelio de Mateo.
El evangelio de Marcos no dice nada relacionado con el nacimiento ni con la ascendencia de Jesús; simplemente afirma que era “Hijo de Dios” (1, 1) y el evangelio de Juan tampoco dice nada acerca de los orígenes de Jesús.
Parece que Mateo y Lucas estaban tan interesados en demostrar que Jesús era el Hijo de Dios que, con tal de acumular pruebas, no les importó contradecirse afirmando la paternidad de José, cuando quisieron utilizar el argumento basado en su ascendencia, y negando tal paternidad, cuando quisieron utilizar el argumento de que Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo.
Por otra parte, la prueba basada en la ascendencia de Jesús resulta extremadamente machista en cuanto ni a Mateo ni a Lucas se les ocurrió buscar los ascendientes de Jesús por la vía materna sino sólo por la paterna. ¿Pero qué importancia podía tener esa línea paterna si José no hubiera sido el padre de Jesús? Además, si lo hubiera sido y si para considerarlo hijo de Dios había que remontarse hasta Adán, como hace Lucas, en tal caso nos encontraríamos ante una estúpida redundancia, en cuanto si la Biblia considera que todos descendemos de Adán, 1) sería innecesario buscar ninguna línea de ascendientes para llegar hasta Adán; 2) todos seríamos Hijos de Dios en el mismo sentido que el propio Jesús, en cuanto todos fueramos descendientes de Adán, aunque desconciéramos la línea ascendente que nos llevase hasta él, y 3) los judíos podrían tener razón en calcular que el mundo fue creado hace 5.768 años -y todavía sería demasiado tiempo- y, por ello, sería lógico y coherente con sus planteamientos que negasen el evolucionismo. Así que una de dos: O bien la teoría del evolucionismo es falsa o bien son falsos los evangelios de Mateo y de Lucas cuando consideran que el mundo sólo tendría un pasado de no llega a 6.000 años. Así que quienes consideremos que la teoría evolucionista es falsa es verdadera, tendremos que negar el valor de estos evangelios y quienes consideren que estos evangelios son verdaderos, tendrán que negar el valor de la teoría evolucista. Pero todo esto, en cuanto se acepte el valor del principio de contradicción.
Pero, por desgracia, lo más asombroso del caso no son las contradicciones tan patentes aquí mostradas, que todo el mundo podría comprobar con sus propios ojos. Lo más asombroso y lo más triste es esa actitud de los ciegos que lo son no por otra causa sino por la de que no quieren ver o porque no les importan las mentiras que les cuenten, con tal de que, por el motivo que sea, les resulten agradables.
El diablo y el buen Dios
La secta católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (XI)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

Paseaba Dios un día por los jardines del Edén, cuando de pronto oyó una voz que le decía:
-Buenos días, Dios. ¿Qué haces por aquí?
- ¡¿Y tú?! ¡¿Quién te ha dado permiso para estar aquí y para hablarme con ese atrevimiento?!
-¡Carajo! ¡Como si no nos conociéramos! ¡Ah, sí! Se me olvidaba de que presumes de ser Dios y de que te gusta mantener las distancias.
-¡Pues claro! ¡A ver que te has creído! Además, ¡que te tengo muy visto y no hay forma de que cambies!
-¡Vale, vale! Parece como si estuvieras enfadado.
-¿Enfadado yo? ¡Que te crees tu eso! ¡Que más quisieras! Lo único que pasa es que empiezo a cansarme de ti.
-Ése es tu problema. Yo no te pedí que me creases. Y lo que menos entiendo es que, con tu gran sabiduría, me creases para enviarme al Infierno. ¡Y, encima, para siempre!
-¡Cuidado! ¡No vengas echándome las culpas! ¡Si no te hubieras rebelado contra mí, todo esto no habría pasado!
-Pero, ¿no te parece que exageras? Yo lo único que pretendí fue ser lo que tu eres. No veo qué delito hay en eso, pues todos dicen que Dios es lo mejor que se puede ser.
-Sí, pero tú sabías que Dios sólo puede haber uno y ése era yo.
-Pero reconoce que tuviste miedo de mí y que por eso ahora me mantienes alejado, por si volviese a intentarlo. Además, si tu hijo dijo “¡sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto!”, ¿qué tiene de malo que yo haya querido ser como tú?, pues, al fin y al cabo, ¿qué méritos hiciste tú para ser Dios?
-¡Mucho cuidado con lo que dices, que lo vas a pagar muy caro!
-¿Aún te parece poco caro, si ya estoy en el Infierno?
-¿Que ya estás en el Infierno? Pues la cosa todavía puede ser peor. ¡Dame las gracias de que te permito salir a pasearte por la Tierra e incluso encontrarte conmigo! ¡O con mi última creación, esos seres humanos que casi me han salido tan mal como tú!
-¿Darte las gracias yo? ¿No te parece que te estás pasando? ¡Encima de que me tienes condenado, quieres que te dé las gracias! ¡Vaya cinismo!
-¡Cuidado con ese lenguaje, que vas a agotar mi paciencia!
-Pues, ¡vaya paciencia la tuya! ¡Y eso que es inagotable!
-Bueno, es un decir. Mi perfección es muy grande, pero, como ya somos viejos conocidos, te contaré un pequeño secreto: Hay ocasiones en que no consigo permanecer inmutable, a pesar de lo que digan mis teólogos terrenales.
-¡Vaya cuentos me cuentas ahora! ¡Como si no lo supiera! ¡A ver, si no, por qué estoy yo aquí! Pero, ahora que lo pienso, me parece que eso de que pierdas los nervios no es muy propio de un Dios. ¿Tengo razón o no?
-Pues también yo lo había pensado, hasta el punto de que he llegado a dudar de mi perfección.
-Pues, ¡piensa, piensa! Que ya va siendo hora de que te bajes de tu pedestal, tan lleno de orgullo, y comiences a ser más humilde, que todos tenemos defectos y también tú.
-La verdad es que esto de ser Dios a veces me resulta aburrido. No me gusta ser tan frío ni tan “inmutable” como debería ser de acuerdo con mi perfección.
-¿Sabes que te digo? Que me parece muy bien. A mi tampoco me gustaba eso de ser un ángel tan sumiso y por eso me rebelé.
-Sinceramente, creo que te comprendo.
-¡Pues no lo parece! Si eres Dios, tú ya sabías que yo iba a intentar lo que intenté y, sin embargo, dejaste que sucediera esa comedia y luego me enviaste al Infierno. ¿No crees que la broma dura ya demasiado tiempo?
-Te comprendo, pero, como Dios que soy, no me gusta cambiar mis decisiones y que luego me critiquen por ser tan voluble.
-¡Lo que dices es impropio de ti! ¿No te da vergüenza estar pendiente de las opiniones ajenas, cuando te consideras más sabio que nadie?
-Ya lo sé. Pero, ¿qué quieres que haga?
-¡Joder! ¿A ti que te parece? ¡Pues que me saques de ese maldito Infierno de una puñetera vez! ¿No te parece un acto de sadismo tenerme ahí castigado por toda la eternidad? ¿A quién beneficia eso?
-¡Menos humos, Luzbel, aunque vengas del Infierno!
-¡¿Menos humos…?! ¡Vergüenza debería darte ser tan vengativo!
-No se trata de venganza; es el castigo que te mereces por tu desobediencia.
-¡Qué castigo ni que cuentos! ¡Tú lo que eres es un malnacido!
-¡Ahí sí que te equivocas!, pues para ser un malnacido hace falta haber nacido, pero yo… soy eterno.
-¡No vayas presumiendo tanto, que eso habría que verlo!
-Bueno, me estoy cansando de esta conversación y de tu mala educación.
-Y yo de tus mentiras. ¡Tanto presumir diciendo “mi amor es infinito”!
-¿Acaso no envié a mi hijo para salvar a los hombres?
-¡Vaya absurdo! Pero ¿cómo puedes presumir de eso? ¿Es posible que no te hayas dado cuenta de que no necesitabas enviar a tu hijo para nada?
-¡Qué sabrás tú de mis proyectos y de mis caminos!
-¡Ah, sí! ¡Ya he oído eso de que “los caminos de la Providencia son inescrutables”!
-Pues, entonces no me hagas hablar más de la cuenta.
-¿Qué no te haga hablar? ¡A mi no me la pegas tú! Nos conocemos hace ya demasiado tiempo. Sabes que esa representación teatral fue un montaje absurdo.
-¿Por qué dices que fue absurdo?
-¿Pero acaso eres tonto?
-¡Cuida ese lenguaje, si no quieres que…!
-¡Si no quiero… qué! ¿Qué más puedes hacerme? ¿Añadir leña al fuego? ¡Estoy acostumbrado! Además, sólo quería decirte que eso de enviar a tu hijo para que muriese en una cruz fue una tontería.
-¿Qué sabrás tú?
-Pues sí. Te comportaste como esos tiranos terrenales que exigen sacrificios para perdonar. Y encima no te conformaste con una sencilla petición de perdón, no. ¡Querías un sacrificio digno de ti, el sacrificio de tu hijo hecho hombre!... ¡Patético!
-¡Me habían desobedecido!
-¿Quién te había desobedecido? Sólo Adán y Eva. ¿Qué tenían que ver los demás?
-Eran sus hijos.
-¡Y, claro está: Los hijos son culpables de lo que han hecho sus padres! ¡¿No te fastidia?!
-No sé. Tal vez me precipité. Cuando uno es Dios, no tiene al lado a nadie que le aconseje.
-Pues podías haberme consultado a mí. Hasta la gente dice que “sabe más el diablo por viejo que por diablo”.
-¿Qué podrías haberme dicho que yo no supiera?
-Pues muy sencillo. Que tu venganza y tus castigos eran contradictorios con tu fama de misericordioso. Así que, si querías ser infinitamente misericordioso, tus castigos no tenían sentido. Debías haber comprendido y haber perdonado a esos seres inconscientes que son los hombres… y también a mí.
-¡Ah, ya se descubrió el pastel! ¡Por eso estás insistiendo en eso de la misericordia! ¡Tú lo que quieres es que te permita salir del Infierno y regresar al Cielo!
-No te digo que no, pero, al margen de mi interés personal, no me negarás que lo que te digo tiene mucha más lógica que lo que has hecho.
-¡Qué sabrás tú de Lógica!
-Pues sí, he aprendido mucha a lo largo de los últimos siglos junto a tus hombrecillos, que no todos son idiotas. Y te digo que existe una contradicción total entre tu supuesta misericordia y el castigo eterno del Infierno, que sólo sirve para causar daño sin que este daño tenga una finalidad posterior positiva.
-¿Tú crees?
-¿Cómo puedes dudarlo? Piensa un poco, que parece que tanta eternidad sólo te haya servido para atrofiar tu inteligencia.
-Por favor, no empecemos otra vez con ataques personales.
-Te lo diré por última vez: ¿No entiendes que tu supuesto amor y tu misericordia infinitas son incompatibles con un castigo eterno como ese del Infierno? ¿Qué padre condenaría a un hijo a tenerle alejado para siempre en medio de horribles sufrimientos que no sirvieran para mejorarle ni para nada? ¿Es posible que no lo entiendas?
-¡Ay, Luzbel! Casi consigues que me sienta culpable.
-Pues, reconsidera tu actitud. Todos podemos equivocarnos, incluso tú, aunque seas Dios. Quizás la adoración de tanta gente a lo largo de tantos milenios te ha llevado a confiar excesivamente en tu sabiduría. Pero sabes que tengo razón. Llevo ya mucho tiempo ahí sufriendo por una decisión tuya desproporcionada. ¡No seas tan orgulloso! Comprende que ese castigo es absurdo y sólo propio de tiranos psicópatas como aquel hombre al que llamaban Calígula.
-Llevo tanto tiempo ocupado con los desastres humanos que no me había detenido a reflexionar a fondo sobre ese problema, pero reconozco que en lo que dices parece haber bastante sentido común, así que, por esta vez, te haré caso, aunque no puedo prometerte nada.
-Bueno, me basta con que pienses en lo que te he dicho y con que seas consecuente con la razón y no con el capricho de un tirano.
-Vale, Luzbel. Ya seguiremos hablando dentro de unos siglos, que ahora estoy organizando unas nuevas galaxias que se me acaban de ocurrir.
Jesús negó la infinita bondad divina
La secta católica: Crítica de sus doctrinas fundamentales (IX)

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

Suponiendo, de acuerdo con la Secta Católica, que Jesús hubiera dicho refiriéndose a Judas “más le valdría a ese hombre no haber nacido” , tal como aparece en el evangelio de Marcos, esa afirmación implicaría la aceptación de que la bondad divina no era infinita en la misma medida en que se aceptase su omnipotencia e igualmente implicaría el reconocimiento implícito de que el propio Jesús no se identificaba con Dios, pues la frase resulta sarcástica en la misma medida en que la predestinación divina había programado la existencia de Judas con todo el conjunto de las acciones que realizaría a lo largo de su vida, incluida la traición a Jesús y su propio suicidio. Por ello, si Jesús hubiera sido Dios, habría sido absurdo que dijera esa frase, pues, habiendo programado su existencia para actuar como actuó, habría sabido que Judas no era culpable de nada.
¿Qué sentido podía tener esa frase en la boca de quien decidió que Judas naciera? Si hubiera sido mejor que Judas no naciera, en tal caso Dios, que le hizo nacer, habría actuado mal por no haberlo evitado
Tal vez la única explicación de unas palabras tan impropias de un Dios infinitamente misericordioso consiste en suponer que quien las dijo no era Dios ni hijo de Dios y, en tal caso, su error habría consistido en no comprender que la infinita misericordia divina alcanzaría también al propio Judas.
En cualquier caso, estas palabras, referidas a Judas, son tan absurdas como todas aquellas que hacen referencia al Infierno, en cuanto son contradictorias con la idea de un Dios omnipotente, que rige y predetermina todas las cosas, con la idea de un Dios omnisciente, que sabe de antemano todo lo que va a suceder y que, por lo tanto, podía haber evitado la existencia de aquel de quien dice que “más le valiera no haber nacido, y con la idea de un Dios infinitamente misericordioso, para quien no habría ofensa que no pudiera perdonar.
Además, el absurdo se hace mayor, si cabe, si se tiene en cuenta que la doctrina cristiana considera que Jesús se encarnó a fin de ofrecerse en sacrificio en la cruz para el perdón de los pecados, sacrificio que, aunque era otro absurdo en sí mismo -pues Dios por su amor y misericordia infinitas hubiera podido perdonar sin necesidad de sacrificio alguno-, se produjo mediante la colaboración de Judas, que a su manera fue un instrumento que sirvió para que Jesús llevase a término su inmolación.
Nuevas injerencias intolerables
de la Jerarquía Católica

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía y en Ciencias de la Educación

En su nota del día 30, los representantes de la jerarquía episcopal de la Secta católica preocupados por defender el producto de sus robos y por incrementarlo más cada día, presentó un comunicado en relación con las próximas elecciones a fin de orientar el voto de sus fieles a favor del PP.
Paso a continuación a comentar algunos de los párrafos de este comunicado:
(1) “Hablamos como pastores de la Iglesia que tienen la obligación y el derecho de orientar el discernimiento moral que es necesario hacer cuando se toman decisiones que han de contribuir al pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos y a la promoción del bien común”
-Dicen que hablan como “pastores de la Iglesia”, pero faltan al respeto a las demás iglesias y confesiones religiosas existentes en España en cuanto con la expresión utilizada sugieren que ellos son los representantes de la única y verdadera iglesia; además, al llamarse “pastores” están llamando “borregos” a sus “fieles, pues el concepto de pastor es complementario del concepto de rebaño. Y eso de considerarse “pastores” de un rebaño o de una piara, es muy digno mientras los rebaños estén formados por auténticos borregos o por auténticos cerdos, pero no parece muy adecuado si se pretende hacer referencia a seres humanos, que no son ni borregos ni cerdos.
-Dicen que “tienen la obligación y el derecho de orientar el discernimiento moral”, pero esa labor corresponde, si acaso, a quien pueda dar ejemplo de una vida auténticamente moral en el sentido de estar entregado a la búsqueda del bien colectivo y no a la de la rapiña, como ha sucedido y sigue sucediendo con esa organización mafiosa desde tiempos inmemoriales, que no tiene escrúpulos para obtener ilegalmente del Estado lo que no consigue obtener de “su rebaño”, que, por suerte, no es tan dócil como “sus pastores” quisieran.
-Y tienen el cinismo de hablar del “bien común”, cuando, a las puertas de “sus” (?) iglesias, son muchos los pobres que intentan refugiarse del frío y de la miseria cada noche, sin que esos “pastores” hagan nada por ayudarles, a pesar de sus confortables abadías y palacios, con innumerables espacios y habitaciones vacías.
(3) “Deseamos colaborar sinceramente en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad, en la consolidación de la auténtica tolerancia y de la convivencia en el mutuo respeto, la libertad y la justicia, como fundamento imprescindible de la paz verdadera (n. 81)”.
-Hablan de respeto, libertad y justicia cuando su actitud a lo largo de la Historia ha sido siempre la de la arbitrariedad despótica más absoluta, la de la lucha contra la libertad mediante su Santa Inquisición, dedicada a asesinar a quien pretendiese ejercer la libertad de pensamiento, de expresión o de comportamiento, mientras ellos se enriquecían con los impuestos religiosos derivados de sus bulas y de sus permisos para cometer cualquier crimen a cambio de contribuir económicamente al engrandecimiento económico de su Secta.
-Matizan que “desean colaborar sinceramente en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad”. Buena matización, porque lo que es “el enriquecimiento material” se lo reservan para ellos, como todo el mundo puede ver contemplando sus palacios y comprobando cómo, en estos momentos, incluso la entrada a diversas iglesias -supuestas “casas de Dios”-, construidas con el esfuerzo y la muerte de muchos de nuestros antepasados, ha dejado de ser gratuita. ¡Esas catedrales y esas iglesias siguen recibiendo la ayuda de nuestro dinero a través de los fondos del Estado para su conservación y restauración!, pero la entrada a ellas no es gratuita: ¡Parece que su “Dios” nos cobre por ir a visitarle! Pero la verdad es que la jerarquía de la Secta Católica es capaz de todo, incluso de poner impedimentos a la entrada a “la casa de Dios” para tener así otra fuente de enriquecimiento, además de ese 0,7 % de los impuestos que el Estado deja de ingresar para entregárselo a ellos “como impuesto revolucionario”.
-Matizan también sus expresiones cuando hablan de “auténtica tolerancia” y de “paz verdadera”. Deberían saber que una tolerancia, si no es “auténtica”, no es tolerancia. ¿Qué quieren decir cuando añaden lo de “auténtica”? Parece que todo lo que se diga y se haga de acuerdo con sus consignas es “tolerable”, mientras que, si el Estado permite que se diga o se haga algo que no está de acuerdo con sus consignas retrógradas, en tal caso su tolerancia será inauténtica y falsa.
Y lo mismo respecto a la “paz verdadera”: ¿qué pretenden decir con esa sandez? El concepto de verdadero o falso sólo es aplicable a los juicios y no a los conceptos: Los melones son siempre melones: Podrán estar verdes o poco dulces, pero seguirán siendo melones. Un melón falso no es un melón. Igualmente, si hablamos de mentirosos, ladrones y criminales no es necesario especificar que hablamos de mentirosos, ladrones y criminales verdaderos, aunque sí podríamos especificar si nos referimos a los que viven en palacios y visten sotana cuando les parece conveniente o si nos referimos a otra clase de mentirosos, ladrones y criminales. Hablar de un “mentiroso verdadero” podría conducirnos” justamente a la paradoja de Epiménides: El “mentiroso verdadero” podría ser aquél que nos dijera “sinceramente”: “Estoy mintiendo”, pero, al comunicarnos sinceramente que estaba mintiendo, ya no estaba mintiendo, por lo tanto estaba diciendo la verdad. Entonces surgiría un nuevo problema, si estaba diciendo la verdad y nos había dicho que estaba mintiendo, entonces es que realmente estaba mintiendo; en consecuencia estaba diciendo la verdad… Pues así es esa Secta: Especialista en mentir, especialista en presentarse con piel de cordero, cubriendo su cuerpo carroñero.
(5) “No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral y la exención de obligaciones morales objetivas. Al decir esto no pretendemos que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55)”.
-Del mismo modo que en las enseñanzas de esta secta se encuentra lo que llaman “restricción mental”, que les permite mentir aparentando decir la verdad (“¿Has copiado el examen?” “No [“sólo nueve preguntas”]”), la jerarquía de esta secta pone en práctica la proverbial forma jesuitita de calumniar cuando escriben “No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral y la exención de obligaciones morales objetivas”, con lo cual, mediante el uso del impersonal “se”, siempre pueden decir: No afirmamos que el gobierno esté confundiendo la laicidad con la desvinculación moral, sólo decimos que no “se” debe confundir”. Así que, de ahora en adelante, siempre que queramos decirles algo a esa jerarquía -que, sin saber por qué (?), me recuerdan a los hijos de puta, mafiosos, ladrones y asesinos de la película El padrino-, a fin de que no puedan acusarnos de nada, tendremos que decirles: “No es por nada, pero no se debe robar ni asesinar al pueblo, no se debe violar a los niños, ni a sus cuerpos ni a sus mentes, no se debe chantajear a los políticos para conseguir suculentos privilegios, no se debe engañar a la gente presentándose como seres bondadosos cuando el anhelo más íntimo es el robarles hasta su alma –si la tuvieran-; no, eso no está bien…”
(5) A continuación continúan con sus cínicas y, en este caso, contradictorias declaraciones en cuanto indican: “Al decir esto no pretendemos que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55)”.
- Dicen, por una parte, que no pretenden que los gobernantes se sometan a los criterios de “la moral católica”, pero que sí se sometan al de “la moral fundada en la recta razón”. ¿Admitirían ellos la existencia de diferencias entre la moral católica y la moral fundada en la recta razón? ¿Admitirían que la moral católica no se ajusta a la recta razón? ¿Admitirían que una moral fundada en la recta razón estaría en contradicción con la moral católica? Sí, mediante sus hipócritas “restricciones mentales”, pero no, si siguieran teniendo la fuerza política que tuvieron hasta el siglo XVIII o incluso el XIX y la institución sanguinaria de su “Santa Inquisición”. ¿Qué quieren decir entonces? Pues sencillamente que sólo aceptan la moral católica… o la moral católica, que sería la única que, según ellos, se ajustaría a la recta razón.
(5) “…y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55)”.
-¿A qué viene eso de la experiencia histórica de cada pueblo? Pues sencillamente al hecho de que saben que, como “España fue la reserva espiritual de occidente”, es decir, como España fue el gendarme de su secta en los tiempos de Carlos I, de Felipe II… y de Francisco Franco”, debe seguir siendo la sierva de dicha Secta por los siglos de los siglos, amen. ¿Dirían lo mismo de la moral, de las costumbres y de las religiones de los pueblos de América, sometidos por el imperio español y obligados, bajo pena de muerte, a convertirse a la religión católica? ¿Deberían los descendientes de aquellos antiguos pobladores de América seguir la moral, relacionada con su propia experiencia histórica anterior a la esclavización y a los asesinatos de los conquistadores y “misioneros”?
-¡Que tendrá que ver la “experiencia histórica” con la “recta razón” o con la “moral católica”! La experiencia histórica puede tener mucho que ver con la Santa Inquisición o con los linchamientos o con las matanzas y con expulsión del pueblo judío, o con diversas barbaridades ancestrales, pero no parece que tenga mucho que ver con “la recta razón”. ¿A esa experiencia histórica deben someterse los gobernantes?
(6) Es preciso afrontar - señala el Papa - con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural…
-De nuevo esta Secta comete una falta de respeto a nuestro país y a sus instituciones, que desde su soberanía aprobaron una ley que permitía el aborto, pero que a nadie obligaba, inmiscuyéndose en nuestros asuntos internos y pretendiendo imponernos su propia visión de lo que sean o no “valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano”, palabras altisonantes que sólo expresan su propia incapacidad para demostrar nada de lo que afirman y nada de lo que ni ellos mismos creen ni creían cuando se dedicaban a emparedar a niños recién nacidos, fruto de sus relaciones sexuales con monjas de infinidad de conventos.
Por lo que se refiere al aborto, esta Secta acepta que ni un óvulo ni un espermatozoide son por separado un ser humano, pero que basta que se fusionen para que de pronto, ¡oh milagro!, constituyan un ser humano –“desde el mismo momento de su concepción”, dirían ellos-. Pero, en contra de sus planteamientos supersticiosos, en el momento de la unión de las células sexuales, a través de un microscopio lo único que se observa es la formación de una célula única que a continuación comienza a multiplicarse, formando dos, cuatro, ocho… pero nada semejante a un ser humano más de lo que pueda parecerse a otro ser vivo en fase de formación, hasta que pasado determinado tiempo puede hablarse de un ser que comienza a parecerse a lo que más adelante podrá ser un niño, si el embarazo prosigue. Pero del mismo modo que nadie se escandaliza de que las mujeres “dejen morir” cada óvulo en lugar de prolongar su vida mediante un embarazo y del mismo modo que un hombre no se dedica a follar continuamente para salvar la vida de miles de millones de espermatozoides, igualmente sucede con las primeras semanas posteriores a la fecundación.
La jerarquía de la Secta Católica dice que en ese momento Dios ha creado para ellos un “alma inmortal” y que, por eso, ese embrión, aunque sólo esté formado por la unión de dos células es “sagrado”. Pero, ¿cómo se atreven a afirmar que Dios existe, cuando se trata de un concepto contradictorio?, ¿cómo se atreven a afirmar que, en el caso de que Dios existiera, habría creado eso que ellos afirman sin base científica de ninguna clase?
Nos encontramos en el terreno de creencias indemostrables y, en muchas ocasiones, ante doctrinas contradictorias que la sociedad permite. Pero lo que es el colmo es que quienes viven inventando mitos, mentiras y contradicciones pretendan no sólo tener libertad para inventarlas sino que encima pretendan que nuestra sociedad viva sometiéndose a ellas.
Además y hablando muy seriamente, tampoco debería preocuparles tanto el aborto desde la hipótesis imposible de que su teoría fuera cierta, a no ser que sólo creyesen en esta vida y no en la vida eterna, pues, desde que han cerrado el Limbo, todos los seres humanos van sólo al Cielo, al Purgatorio o al Infierno. Pero, en el caso de estos embriones, que ellos afirman que son seres humanos, ¿adónde iban a ir sino al Cielo? ¿Acaso no se les estaría haciendo un mal dejándoles vivir y poniendo en riesgo su eterna salvación al exponerles al peligro representado por los enemigos del alma –el demonio, el mundo y la carne- que se encontrarían en “este valle de lágrimas”? ¿No se les haría un favor enviándolos al Cielo sin que tuvieran que atravesar los peligros irreparables para su vida futura, procedentes de en esta vida terrenal, con “el demonio, el mundo y la carne”?
- A continuación, precisamente por esas mismas creencias dogmáticas rechazan el derecho a la eutanasia, como si alguien fuera a obligarles a aceptarla para sí mismos. De nuevo se inmiscuyen en nuestros asuntos internos y en nuestra legislación proveniente de la soberanía popular. Nos niegan el derecho a disponer de la propia vida para darle fin cuando lo consideremos conveniente, defendiendo ellos que nuestra obligación es la de soportar la vida y el sufrimiento hasta que la muerte nos separe, sin admitir nuestro derecho a liberarnos de ella y de ese sufrimiento cuando su valor haya desaparecido para nosotros y se haya convertido en un simple dolor que nos va privando de nuestra humanidad para convertirnos en simples despojos sufrientes.
-¿De dónde sacan estos señores la tesis gratuita de que exista una “naturaleza humana” y que dicha naturaleza deba ser un criterio moral? Una estupidez semejante no se la creen ni ellos, pues ninguna naturaleza tiene el carácter de “sagrada” y mucho menos en el sentido de considerar que haya que asumir la absurda obligación de aguantar los sufrimientos que acompañan al hombre durante los momentos de agonía que preceden a la muerte.
Frente a esa postura retrógrada, hay que celebrar que el progreso de la ciencia nos haya dado medios para aliviar tales sufrimientos y que, del mismo modo que se critica la actitud de la secta de los Testigos de Jehová por no admitir las transfusiones de sangre, hay que entender que la actitud de la jerarquía Católica, en su rechazo de esos progresos científicos que nos permiten elegir el momento de nuestra muerte, es igual de absurda, en cuanto del mismo modo que luchamos contra las enfermedades, incluso con transfusiones de sangre, el mismo derecho tenemos a decidir sobre nuestra propia vida, considerando que su calidad y sentido puede llegar a perderse cuando los sufrimientos físicos y psíquicos alcancen tales proporciones que su continuidad sólo signifique la prolongación de un sufrimiento absurdo.
Son innumerables los casos de personas que, antes de morir agonizan durante semanas de modo absurdo e insoportable, de forma que, aunque los fármacos que se le suministren en tales casos puedan adelantar su muerte, lo auténticamente inhumano es obligarle a que sigan sufriendo mientras Dios así lo quiera. Si incluso con los caballos, con los perros y con otros animales se tiene la compasión de aplicarles la eutanasia para evitarles un sufrimiento innecesario, ¿qué argumento sensato podría encontrarse para prohibir la eutanasia –la “buena muerte”- a una persona que está padeciendo un cáncer terminal en medio de horribles sufrimientos? Del mismo modo que nadie discute el uso de medicinas y de analgésicos, para mejorar nuestra calidad de vida, igualmente tenemos derecho a decidir acerca del cese de la propia vida en todo momento y, de manera especial, cuando esa calidad de vida se ha perdido por completo convirtiéndose en simple resistencia al sufrimiento que finalmente nos vence a todos.
(6)…y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social” (n. 56). La legislación debe proteger al matrimonio, empezando por reconocerlo en su ser propio y específico (n. 41).
Y siguen con sus mentiras y con sus monsergas estúpidas, con las que atentan descaradamente contra nuestro ordenamiento constitucional, contra el poder legislativo y contra la libertad de cada persona para vivir como mejor le apetezca mientras no atente contra la libertad de los demás.
¿Cómo se atreven a pedir que los gobernantes actúen como dictadores que impongan a sus esclavos cómo deben vivir, con quién sí y con quién no? ¿Por qué no se dedican a organizar su propio estado de acuerdo con principios democráticos? ¿Por qué siguen viviendo en la Edad Media, dándose a sí mismos de modo ridículo el título de “príncipes de la Iglesia” y funcionando como una mafia en la que sólo los obispos tienen voz y voto a la hora de elegir a su jefe? ¿Por qué el resto de sus miembros ni pincha ni corta, sino que tienen que permanecer sumisos ante cualquier orden que reciban desde lo alto… del Vaticano?
Como eso de la democracia no les interesa para nada, no saben lo que es el respeto a esa democracia y, por eso, con Franco vivían infinitamente mejor.
(7) Dicen a continuación que “no es justo […] tratar de construir artificialmente una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna…”
-Frente a tal afirmación tan estúpida lo que hay que responder es que lo que no es justo es pretender imponernos sus irracionales doctrinas en las que –insisto- ni ellos mismos creen, ni es justo permitir sus constantes interferencias y su atrevimiento para venir a decirnos qué es justo y qué no es justo.
Lo justo es actuar de acuerdos con las leyes democráticas y no de acuerdo con los intereses económicos del Vaticano y de sus agentes.
Lo que no es justo es la constante intromisión de esta banda de cuervos en nuestra sociedad. La estrategia de esta mafia consiste en adoctrinar a los niños de corta edad, cuando son incapaces de razonar de forma segura y correcta, haciéndoles asumir, como dogmas de fe (?), teorías y doctrinas absurdas que nadie ni ellos mismos entienden, cuando el único dogma que, si acaso, debería adoptarse es el de que no hay dogmas. De este modo, una vez los niños han crecido, los habrán convertido en marionetas adultas que se comportarán como “nuevos fieles” que seguirán sus consignas y les ayudarán desde sus puestos de trabajo, con sus “limosnas” y con su apoyo para que desde el Estado les mantengan los injustos privilegios que ellos exijan por su labor “tan desinteresada” por la sociedad. Para ellos, lo de menos es el contenido de las doctrinas; lo importante es tener esa herramienta para poder lanzarla contra todo gobierno que pretenda rebajar o anular los privilegios de que gozan y han gozado desde hace ya demasiados siglos. Esta mafia sólo cree en sus intereses económicos, que son lo que de verdad les importa.
Por ello, no sólo es perfectamente justo legislar sin hacer referencia a religión alguna sino que lo auténticamente injusto sería lo contrario, desde el momento en que los ciudadanos o sus representantes establecen un marco de libertades a partir del cual cada uno puede vivir sin que los demás interfieran en su ámbito privado en el que tiene derecho a construir todas las fantasías que le plazcan. Pero afirmar que no es justo “tratar de construir una sociedad sin referencias religiosas” eso es una majadería estúpida y un atentado fascista contra nuestra democracia y nuestro derecho a la libertad de pensamiento.
¿Acaso los ateos exigimos que se encarcele a todo el que tenga creencias religiosas? Lo que nos parece justo es que exista libertad para pensar y para exponer lo que se piensa, tal como señala nuestra Constitución. Y lo que sería una injusticia es tratar de imponer a toda la sociedad la forma de pensar de un grupo determinado, tanto si fuera mayoritario como si fuera minoritario, pero la jerarquía fascista de la Secta Católica se considera con derecho a imponer a la sociedad española sus propias estupideces a las que llaman “misterios” a fin de enmascarar su carácter absurdo.
Además, del mismo modo que los españoles no exigimos a la jerarquía vaticana que establezca de una puñetera vez un sistema democrático en su territorio, ni que reconozca de una puñetera vez que Dios no existe y que el cuento de Dios es sólo una estrategia para sacar el dinero a los incautos, por los siglos de los siglos, también ella debería aceptar nuestra soberanía para vivir de acuerdo con nuestras leyes sin inmiscuirse para nada en ellas, del mismo modo que tampoco lo hace ni Francia ni Alemania ni ningún otro país, cuya interferencia en estos asuntos habría provocado una crisis en nuestras relaciones. ¿Cómo se puede consentir que estos buitres actúen de ese modo sin que se tomen las medidas fiscales y judiciales correspondientes, cuando sabemos que esta gente sólo se mueve desde sus intereses como agentes del vaticano y no como ciudadanos de España? No entiendo cómo es posible que la fiscalía del Estado no los denuncie para que sean juzgados y, en su caso, encarcelados o expulsados de nuestro país.
(7) “no es justo […] tratar de construir artificialmente una sociedad […] exclusivamente terrena, sin culto a Dios ni aspiración ninguna a la vida eterna…”.
- Pues claro que terrena. No pretenderá esta banda de atracadores que nos ocupemos de los espacios interestelares. ¿Qué quieren decir con esa expresión? Desde el momento en que dicen que “no es justo construir una sociedad exclusivamente terrena” desvarían por completo, a no ser que quieran introducir en nuestra sociedad a toda esa serie de supuestos seres incorpóreos, que luego pidan para ellos el derecho al voto y que a continuación los obispos pretendan votar por delegación de los ángeles de la guarda y demás espíritus puros.
(7) “no es justo […] tratar de construir artificialmente una sociedad […] sin culto a Dios…”.
¿Saben de qué hablan cuando utilizan la expresión “culto a Dios”. La palabra “culto” proviene del latín “cultum”, de donde proviene, por ejemplo, “cultivar”. Yo entiendo el cultivo de patatas o de melones, pero no sabía que los dioses se cultivasen. Quizá podría venirnos bien cultivar unos cuantos para ayudarnos en las tareas del hogar.
Su antropomorfismo prehistórico se agudiza de manera peligrosa cuando hablan de ese “culto a Dios” que nadie sabe en qué consiste ni para qué sirve. Pues, suponiendo que ese “Dios” existiera, ¿qué le tenía que importar que la gente fuera a una casa a “adorarle” y a decirle lo guapo y lo bueno que era? ¿Acaso ese “Dios” iba a ser más feliz como consecuencia de la “satisfacción” que obtuviera del “culto” de los hombres? ¿No se dan cuenta de que eso sería un insulto a ese “Dios”? La felicidad de un Dios que se precie no puede depender de que los hombres lo adoren o le rindan culto. Además, ese Dios no merece los respetos de nadie cuando, según nos cuenta la Biblia, nos enviará a casi todos al infierno, pues “muchos son los llamados y pocos los escogidos”, y, como dice Tomás de Aquino, de antemano ya determinó en sus planes eternos a quiénes salvaría ya a quiénes condenaría, y además, actuó de un modo muy salvaje cuando, después de crear el mundo, expulsó del Paraíso a Adán y a Eva por una trampa que él mismo les había puesto, y luego hizo morir a casi toda la humanidad y a casi todo bicho viviente con un diluvio. ¡Vaya Dios! ¡Muy simpático él! ¡Y muy digno de “culto”!
(7) “no es justo […] tratar de construir artificialmente una sociedad […] sin […] aspiración ninguna a la vida eterna…”.
¿Podrían decirnos estos piraos como se aspira a la vida eterna? Yo sé que hay gente que esnifa coca y muchas otras cochinadas, pero eso de “aspirar a la vida eterna” me parece muy raro. Creo que, más que referirse a un determinado producto alucinante, se refiere a una determinada forma de aspirar. Pero la verdad es que no sé que tendrá que ver el aspirar a la vida eterna con unas elecciones al gobierno de España. Además, no sé de ningún partido que pretenda tampoco premiarnos con la vida eterna, promesa que, por otra parte, podría hacerse con fines electorales, pero sin intención ni posibilidades de cumplirla.
Es verdad que los médicos están trabajando mucho por la prolongación de la vida humana y que en ese sentido nos acercamos un poquito a esa vida eterna, pero tampoco hay que exagerar, que aquí no cabríamos. Está bien que los gobiernos aumenten el presupuesto a la investigación, pero que ningún candidato a presidente pretenda engañarnos con promesas como la de “la vida eterna”, que eso no cuela, aunque lleve el aval de esa chusma clerical.

(7) “En ese sentido parece que apuntan, entre otras cosas, las dificultades crecientes para incorporar el estudio libre de la religión católica en los currículos de la escuela pública”
Esto ya no hay quien lo aguante. ¡¿De qué se queja la gentuza esta?! De lo que si hay que quejarse es de que a estas alturas todavía se les permita el adoctrinamiento religioso contra los niños. Es una actitud muy cobarde y peor que la de cualquier pederasta –que también se encuentran en sus filas en abundancia- la de machacar las mentes infantiles con la serie de estupideces y contradicciones que les impone ese clan de buitres bajo la amenaza del Infierno.
(7) “…así como el programa de la nueva asignatura, de carácter obligatorio, denominada “Educación para la ciudadanía” (n.18), que lesiona el derecho de los padres - y de la escuela en colaboración con ellos - a formar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales.”
Estos cretinos, con sus doctrinas tan demenciales sobre el infierno o sobre el pecado original o sobre la predestinación de cada uno, pretenden además seguir legislando en nuestra nación como en los tiempos de Franco, sin respetar para nada el derecho de nuestro pueblo a legislar desde su propia soberanía. ¿Qué se han creído? ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? ¡Esto es intolerable! ¡Habría que expulsarlos a todos fuera de nuestro país! O, ya que los tenemos dentro, ¡aprovechar la situación para juzgarlos y condenarlos a trabajar, que es lo que no han hecho en su puta vida!
Y, encima de que hasta ahora han gozado del injusto, absurdo y vergonzoso privilegio de castrar las mentes de nuestros niños y de nuestros jóvenes, se atreven a criticar la asignatura “Educación para la ciudadanía”, que es una enseñanza fundamental y elemental de los valores humanos, reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución Española, imprescindibles para una convivencia respetuosa y tolerante. Y ¡tienen el descaro de criticar que se imparta dicha asignatura de modo obligatorio! Pues sí, me parece un acierto que se enseñe de modo obligatorio, de modo tan obligatorio como la enseñanza de que hay que abstenerse de matar -incluso aunque se trate de esa clase de buitres-, de violar a niños -a pesar de lo que muchos de ellos hacen-, de robar -a pesar de los incalculables tesoros que de forma extrañamente milagrosa (?) se encuentran (?) en el Vaticano y en tantos palacios arzobispales-, y de mentir -a pesar de la frialdad y el cinismo con que ellos saben hacerlo-.
¿Por qué critican la nueva asignatura? Porque con una asignatura así es más difícil que ellos puedan realizar con éxito su labor de proselitismo y adoctrinamiento irracional desde el momento en que los niños aprendan que existen otras formas de pensar muy distintas a las de ellos, desde el momento en que descubran que es una falsedad y una barbaridad afirmar que los niños nacen en pecado, y tratar de infundir una doctrina semejante en las mentes de los niños, en cuanto sólo contribuye a traumatizar su mente con la “conciencia del pecado”, y desde el momento en que los niños comprendan que la razón no debe subordinarse a imposición de ninguna clase y que la fe no es otra cosa que una sugestión miserable impuesta por ellos con la amenaza del Infierno en el caso de que no sea aceptada.
Decir que la asignatura “Educación para la ciudadanía” “lesiona los derechos de los padres a formar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales” es una estupidez tan venenosa como decir que enseñar a los niños que 2 + 2 = 4 lesiona su derecho a pensar en libertad. Y el ejemplo no es exagerado de ningún modo teniendo en cuenta que la enseñanza de la “Educación para la ciudadanía” tiene carácter expositivo y descriptivo, y no impositivo.
Tienen además el inmenso descaro de preocuparse ahora por los derechos de los padres cuando en los tiempos de Franco no se preocuparon para nada ni de los derechos humanos ni de defender los derechos de padres y de hijos, renunciando a la enseñanza obligatoria de la “Religión Católica”, asignatura que se impartía con carácter obligatorio desde la primaria hasta la universitaria, pasando por la secundaria.
(8) Lo que ya es el colmo es que ahora hablen del terrorismo y del diálogo con los terroristas mostrándose escandalizados a pesar de que hace sólo unos años uno de esos jerarcas sin escrúpulos intervino junto al gobierno de un ex-presidente, de cuyo nombre no quiero acordarme, para dialogar con la banda terrorista ETA; y hace sólo unos años el obispo Setién defendía a los terroristas mucho más que a sus víctimas.
De hecho esta gentuza es capaz incluso de vulnerar sus propios principios y doctrinas teóricas con tal de sacar tajada económica: Según los evangelios, los fariseos criticaban a Jesús porque hablaba con gente de mala reputación. Y ahora estos nuevos fariseos hacen lo mismo con aquellos que pretenden lograr la paz para España, pero sólo cuando los que han dialogado no han sido los que ellos consideran más afines a sus intereses económicos, que no a sus doctrinas.
En conclusión, habría que enjuiciar y, posiblemente, encarcelar a la jerarquía de de esta Secta por sus constantes intromisiones en los asuntos internos de nuestro país, o, en el mejor de los casos, desterrarlos a perpetuidad por su reincidencia y por sus calumnias y latrocinios.