martes, 20 de mayo de 2008

La hipocresía del cardenal Cañizares
y de sus colegas

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía

Aunque han pasado más de dos meses desde que el señor Cañizares, cardenal de Toledo, realizó una serie de declaraciones al diario italiano Il corriere della sera, me ha parecido conveniente comentar algunas de sus palabras porque representan la pauta constante seguida por la Jerarquía de la organización a la que pertenece, cuyo centro se encuentra en el Vaticano, estado independiente que, por lo mismo que es respetado, debería respetar el funcionamiento interno de los demás estados y, mucho más, teniendo en cuenta que se trata de un estado con un sistema político medieval, totalmente alejado del sistema democrático defendido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En referencia al aborto y a la eutanasia y basándose en su prejuicio acerca del momento en que nos encontramos ante una vida humana y del absurdo de que el hombre tenga la obligación de sufrir mientras su dios así lo quiera, dijo el señor Cañizares que “quien niega el derecho a la vida está en contra de la democracia y conduce a la sociedad hacia el desastre”, olvidando que fue la Jerarquía de su organización la que tradicionalmente, desde hace ya muchos siglos, defendió y sigue defendiendo la pena de muerte y la ha estado aplicando, tanto cuando contó con suficiente poder político, sirviéndose del tribunal de su “Santa Inquisición” para condenar a todo aquel de quien sospechase que podía poner en peligro su autoridad ideológica y política, como posteriormente, cuando ha estado apoyando sistemas políticos dictatoriales como los de Hitler, Franco y los de las diversas dictaduras de Hispanoamérica durante los últimos años, colaborando incluso en los crímenes y asesinatos realizadas por tales dictaduras.
Fue realmente vergonzoso el comportamiento de la Jerarquía católica –no el de los católicos-, pero igualmente lamentable y estúpidamente osado que ahora el señor Cañizares y otros colegas suyos pretendan dárselas de ¡¡¡defensores de la democracia!!! teniendo en cuenta no sólo el comportamiento tradicional de su organización sino el hecho de que quienes dicen pretender la defensa de la democracia en un estado ajeno al suyo sean los “príncipes” de un sistema político, como lo es el del Estado del Vaticano, que nunca ha sido ni pretende ser democrático sino que sigue anclado en un régimen político medieval, en el que sus miembros de base no pintan absolutamente nada en las decisiones que sus autoridades quieran tomar, tanto en el ámbito religioso teórico como en el de las decisiones acerca del destino de las incalculables riquezas con que cuenta dicho estado, riquezas que prioritariamente se dedican a engrandecer el poder y el refinado lujo de esos obispos, cardenales y papas, pretenciosos y ridículos “príncipes” feudales del siglo XXI.
Pero, además de que no practican la democracia en sus propias instituciones, tienen el hipócrita descaro de atacar a un estado democrático que aprueba sus leyes no como consecuencia de decisiones arbitrarias y autoritarias de sus gobernantes -como son las que toma la jerarquía de esa organización- sino como consecuencia del funcionamiento de instituciones democráticas, como la del Congreso de los Diputados, elegidas por el pueblo, que son las encargadas de elaborar y de aprobar o rechazar las leyes que rigen nuestra convivencia.
Añade este señor que “quien niega el derecho a la vida… conduce a la sociedad al desastre”, y también tiene razón en esto, pues en efecto la actitud sanguinaria de la Jerarquía de la Iglesia de Roma condujo al desastre a las sociedades europeas durante las cruzadas, durante la conquista y exterminio de los pueblos autóctonos de Hispanoamérica, durante las guerras de religión que alentaron en Europa a lo largo de mucho años de su historia, y durante nuestra sangrienta guerra civil, que ellos santificaron con el nombre de “Cruzada nacional”.
Afirma igualmente que España está cayendo en la “dictadura del relativismo”, como si tal relativismo fuera una desgracia. Parece que a este señor y a sus colegas no les hace ninguna gracia que los españoles dejen de ser sumisos corderos de las consignas de los agentes del Vaticano, que con Franco vivían tan bien y tan identificados con su régimen fascista que incluso nos dejaron innumerable fotos saludando al estilo de aquel fascismo autoritario, opresor del pueblo y enemigo de la democracia, de la justicia y de la libertad. Y sí, es verdad, la superación de aquella dictadura dio paso a una libertad de información, de pensamiento y de expresión que ha provocado que muchos españoles –y cada día más- hayan tomado conciencia de que son dueños de su vida y de que nadie tiene el derecho de pensar por ellos ni decirles cómo deben pensar, y mucho menos que tengan la obligación de regirse de acuerdo con las directrices de unos señores que, como agentes del Vaticano, siguen sus consignas y se inmiscuyen constantemente en nuestras instituciones y en nuestra forma de vida en lugar de ocuparse de democratizar su propio estado y de vivir de su trabajo en lugar de extorsionar continuamente al estado español como vampiros succionando la sangre de sus víctimas.
Si por “relativismo” entiende este pobre señor que muchos españoles hayan dejado de seguir las consignas del Vaticano o las de sus agentes en España a la hora de tomar decisiones acerca de su propia vida, eso será una mala noticia para él, pero una excelente noticia para quienes amamos la libertad y el derecho inalienable de cada persona a vivir de acuerdo con su propia conciencia sin someterla al arbitrio de ninguna confesión religiosa ni de cualquier otro tipo, con intereses privados muy distintos, por cierto, de los que proclaman en público.
A pesar de los constantes ataques de su organización al gobierno socialista de España, el señor Cañizares dijo que no estaba en contra del gobierno, a la vez que se quejaba de que España representaba “la punta más avanzada de la revolución” del relativismo como consecuencia de leyes socialistas que confiaban al Estado la formación moral de los jóvenes. Pero a lo que este pobre señor teme no es a que el estado español asuma su derecho y su deber de preocuparse por la formación y por la educación de sus ciudadanos, sino de manera especial a que tal formación siga abriendo los ojos de nuestra juventud hasta el punto de llegar a comprender que la lección más importante que debe aprender es la de vivir de acuerdo con sus propias convicciones y a decidir libremente acerca de su propia vida sin aceptar las pretensiones de ninguna organización que pretenda arrogarse el derecho a indicarle qué valores y qué concepción de la vida debe aceptar, sin más argumentos que el de una supuesta autoridad moral que pretenden tener por la gracia de “su Dios”, que en realidad no es otro que “el Dios dinero”, que buscan por todos los medios de modo compulsivo.
¿Acaso habría que confiar dicha formación moral a una organización que se ha caracterizado milenariamente por su absoluta falta de escrúpulos a la hora de aliarse con cualquier dictador que les haya ofrecido una buena tajada económica por su colaboracionismo? ¿Acaso habría que confiar la formación moral de los jóvenes a quienes se caracterizan por la desvergüenza más absoluta a la hora de predicar la pobreza a la vez que, poseyendo riquezas incalculables, hacen ostentación de los lujos más asombrosos que se pueda imaginar sin preocuparse para nada de la miseria del mundo y de los millones de niños que cada año mueren de hambre?
A pesar de su antipatía por el gobierno democrático socialista, tan alejada de su simpatía por la dictadura franquista, dijo también el señor Cañizares que la Jerarquía episcopal colaboraría con el gobierno “siempre y cuando se mueva en el camino de la Constitución y persiga, como hace la Iglesia, el bien común”. Pero, ¿desde cuándo les ha importado nuestra Constitución a estos señores, como no haya sido para criticar su carácter laico y democrático? Ahora va a resultar que el señor Cañizares se convierte en adalid de nuestra Constitución, a pesar de que continuamente la ha estado atacando, especialmente cuando critica las leyes que aprueba el Parlamento, leyes que emanan y son consecuencia del desarrollo de esa misma Constitución que dice defender. ¡Hay que ser hipócrita y simple para afirmar tales mentiras y para creer que el pueblo va a seguir creyendo en ellas, cuando de forma reiterada demuestra con sus hechos lo contrario de lo que dice defender! ¡Y encima se atreve a afirmar cínicamente que su organización se preocupa por “el bien común”, a pesar de que no destina ni el uno por cien de las enormes riquezas de que dispone para aliviar el hambre ni la miseria del mundo!
Como colofón de sus reflexiones acerca de la actual situación de nuestro país, insistió este pobre señor, tan respetuoso con nuestro país y con nuestro gobierno, en que Zapatero “conduce a la sociedad hacia el desastre” y está “en contra de la democracia” porque “niega el derecho a la vida”, permitiendo leyes como la del aborto. Claro está, acostumbrado al franquismo y a la dictadura del jefe de su propia organización como lo más natural del mundo, no se le ocurrió pensar que el presidente Zapatero no es un dictador al estilo franquista ni un autócrata al estilo del jefe de su organización que promulgue o derogue leyes a su arbitrio sino que es el pueblo soberano, a través sus representantes el encargado de proponerlas, de aprobarlas o de rechazarlas, y siendo el presidente Zapatero y su gobierno quienes tienen encomendada en estos momentos la misión de hacer que se cumplan.

domingo, 11 de mayo de 2008

¡¡ALEGRÉMONOS POR LA DECADENCIA
DE LA SECTA CATÓLICA,
PERO SIGAMOS EN LA LUCHA HASTA SU DERROTA FINAL!!

Antonio García Ninet
Doctor en Filosofía

El Vaticano se queja de la secularización en España... Pero, ¿por qué se queja? ¿No sucede todo de acuerdo con la voluntad de Dios? ¿No es Dios quien da la fe y la gracia a quien quiere? Al menos eso dice Tomás de Aquino en su Suma Teológica.
Quizá la explicación haya que buscarla en otra parte. Por ejemplo en la repugnante contradicción de una iglesia inmensamente rica que predica a los pobres la resignación cristiana a la vez que les pide dinero para construir seminarios e iglesias y luego impide a esos mismos pobres estudiar en sus colegios e universidades, que reserva para los ricos y para los miembros del Opus.
Quizá la explicación haya que buscarla también en que el pueblo de España está comenzando a abrir los ojos tomando conciencia de que el colectivo de la jerarquía católica vive como Pantagruel, muy al estilo de los grandes millonarios en sus palacios mientras predica, el ayuno, la penitencia y el sacrificio a los demás.
Quizás la explicación se encuentre también en el contraste entre la hipocresía de la forma de vida de esa jerarquía tan dada a las bacanales, a la pederastia y demás desviaciones sexuales motivadas por falta de auténtica labor productiva para la sociedad y la exigencia de todas las penalidades para el pueblo sencillo que no tiene ni para llegar a fin de mes.
Quizás parte de la explicación se encuentre igualmente en el ejemplo (?) de tantos curas que no tienen otro trabajo que el de decir alguna misa al cabo del día y pasarse el resto del tiempo en el bar o en otros lugares un tanto especiales pero que no están precisamente relacionados con las enseñanzas que predican.
Quizá la explicación se encuentre asimismo en que el pueblo ha comenzado a hacerse culto y a comprender en consecuencia que las doctrinas cristianas son un absurdo total, pues no se puede hablar de un Dios absolutamente misericordioso que condena al fuego eterno, no se puede hablar de un Dios que muere para redimirnos del pecado original cuando nadie tiene culpa de ese supuesto pecado, no se puede hablar de un dios providente cuando se supone que él y solo él ha programado con su "eterna sabiduría" (?) tantos desastres, enfermedades, miserias y sufrimientos para la humanidad, no se puede hablar de un dios que quiere nuestra salvación y que desde la eternidad ya ha predestinado a quiénes salvará y a quiénes condenará sin que en sus decisiones influya para nada el mérito o la culpa del hombre, pues nada puede ser causa de la voluntad divina según enseña el propio Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia Católica.
Quizá la explicación se encuentre también en la contradicción de unas doctrinas que en teoría defienden el amor a los enemigos y al mismo tiempo afirman que Dios juzgará al final de los tiempos a la humanidad para separar a los buenos para conducirlos a la vida eterna, y a los malos para enviarlos al fuego eterno, lo cual no es precisamente un ejemplo de ese "amor al enemigo" sino una muestra de la "venganza eterna" de ese Dios.
Quizá la explicación se encuentra igualmente en todo ese folklore en que se ha convertido la actividad de la Jerarquía Católica, tan ricamente revestida con sus atuendos medievales, pero un millón de veces superior en su precio al que podría servir para vestir a un millón de mendigos sin nada que ponerse para no pasar frío.
Quizá la explicación se encuentre también en que la gente va comprendiendo poco a poco que para salvarse -si es que hay que salvarse de algo y para algo- no hace ninguna falta acudir a esas iglesias en las que se hace de todo menos dedicarse a ayudar a quienes padecen hambre y sed de justicia y de alimentos y de solidaridad.
Quizá la explicación se encuentre también en que el pueblo va comprendiendo que la auténtica misión de la iglesia es la de ser, como ya señaló Marx, la droga del pueblo, la adormidera que trata de impedirle que resuelva sus auténticos problemas laborales y sociales para liberarse de la opresión que padece por culpa del sistema de producción capitalista en el que los obreros son explotados y la jerarquía de esa Iglesia es la principal cómplice de dicha explotación en cuanto predica la resignación y la obediencia y defiende siempre a los partidos de la derecha capitalista y a las dictaduras que oprimen al pueblo sencillo.
¡¡Alegrémonos de que el poder de esa mafia esté desapareciendo y luchemos por aligerarles cuanto antes de la carga de las incalculables riquezas que a lo largo de los siglos han ido robando al pueblo!!