“NO JUZGUÉIS Y NO SERÉIS JUZGADOS”
Los caciques de la Iglesia católica
asumen la contradicción según la cuál Jesús ordena no juzgar, a la vez que
advierte que él sí juzgará a quienes juzgan, lo cual no es precisamente predicar
con el ejemplo ni es congruente con un Dios cuyo amor se supone infinito.
CRÍTICA:
Es
evidente que, si Jesús no quería que juzgásemos a los demás –lo cual parece muy
razonable teniendo en cuenta que, según la “teología” católica, todo lo que el
hombre hace es Dios quien lo hace-, debería haberse abstenido de añadir a su
frase “no juzguéis” la continuación “y no seréis juzgados”, ya que, al hacerlo,
incurría en el mismo error que criticaba, y, por ello, hubiera sido más lógico
que dijera: “no juzguéis, pues nadie es culpable ya que todo lo que los hombres
hacen ha sido programado por Dios” o, también, “No juzguéis, pues, aunque los
obispos os digan lo que se les ocurra para la prosperidad de su negocio, pensad
que mi amor es infinito y que es incompatible con cualquier castigo, y mucho menos
con un castigo eterno, que no sirve para nada”. Jesús no dijo estas palabras,
sino que, al menos según los evangelios, cayó en el error de amenazar con el
juicio de Dios a quienes juzgasen a los demás, lo cual no era precisamente una
forma de predicar con el ejemplo. No vio que el amor era incompatible con la
venganza. Y, precisamente, una reflexión acerca de esta doctrina fue uno de los
muchos argumentos por los que Nietzsche criticó el dios del Cristianismo. En
este sentido consideró que había una contradicción entre un Dios-Amor y
un Dios-Juez, que
juzga y castiga, y que además no ama suficientemente al hombre sino que sólo es
capaz de un amor condicionado, que llega incluso a vengarse contra quien
no cree en él:
- “¿Cómo? ¡Un dios que ama a los hombres
siempre que crean en él y fulmina con terribles miradas y amenazas a
quien no cree en ese amor! ¿Cómo? ¡Un amor condicionado, como sentir de un dios
todopoderoso”[1].
- “Quien le alaba como Dios de amor no
tiene una idea cabal del amor mismo. Ese Dios ¿no quería también ser juez? Pero
quien ama, ama más allá del castigo y de la recompensa”[2];
Y
efectivamente, en este sentido, tal como Nietzsche critica, en el evangelio
atribuido a Mateo, aparece la frase:
“No juzguéis, para que Dios no os
juzgue”[3].
Por
otra parte y en relación con el tema del perdón, en este mismo evangelio
aparece la frase:
“Lo mismo hará con vosotros mi Padre
celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros”[4].
En
ambos casos resulta curioso que, a pesar de las ocasiones en que Jesús parece
oponerse a la “Ley del Talión”, estas advertencias sean una expresión más de
dicha ley en cuanto subordina el juicio y el perdón de Dios a cuál sea la
actitud de los hombres por lo que se refiere a su propio perdón al prójimo. Las
palabras de Jesús son una huella de su dependencia ideológica de la “Ley del
Talión”, dependencia que le impide dar el salto definitivo desde la idea de un
dios vengativo, propio de esa tradición, hasta la idea auténtica de un Dios
amor, no siendo todavía consecuente con ella.
Por otra parte, esta dependencia de Jesús respecto
al pensamiento judío tradicional, corrobora la idea, ya señalada en otro
capítulo de esta obra, de que Jesús no pretendió fundar una nueva religión
distinta de la judía, sino predicar a su pueblo que la siguieran con una
rectitud auténtica y no sólo desde el cumplimiento de rituales que no iban más
allá de observar su contenido externo.
[1] F. Nietzsche: La
gaya ciencia, parág. 141.
[2] F. Nietzsche: Así
habló Zaratustra, IV, El jubilado; p. 288; Ed. Planeta-De Agostini,
1992, Barcelona. Ya antes, en La gaya ciencia, Nietzsche se había
expresado en un sentido semejante: “Si Dios quería llegar a ser objeto de amor,
debía antes renunciar al papel de juez supremo y a la justicia divina” (parág.
140).
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